Impresionante. Esa es la palabra que pronunciaron en la madrugada del Jueves al Viernes Santo, tanto el consejero de Economía y Trabajo, Manuel Amigo, como el mago, Anthony Blake, y el presidente de la Diputación de Cáceres, Juan Andrés Tovar, junto con varios espectadores de a pie, consultados por este diario mientras presenciaban el via crucis de Los Empalaos, que desde tiempo inmemorial se celebra en Valverde de la Vera.

Al cumplirse la media noche comenzó el ir y venir por las calles valverdanas de alrededor de cuarenta penitentes, acompañados de cirineos, familiares y una nube de fotógrafos, muchos de ellos pertenecientes a otros tantos medios de comunicación escritos, a los que se sumaron diversas televisiones.

Temperatura bastante agradable, primera luna llena de primavera, cielo a ratos cubierto, con rachas de viento, y entre doce y catorce mil personas, según los cálculos de la Guardia Civil, llenando calles y plazas, sin que esta concentración masiva impidiera guardar un silencio cómplice, al detectar la presencia de un empalao .

De Kosovo a Valverde

Ese fue el ambiente que se encontró, Angel Díaz Vicente, paracaidista profesional con base en Paracuellos del Jarama y llegado hace algún tiempo de una misión en Kosovo, cuando salió de la casa de cultura de su pueblo vestido con el atuendo típico del empalao , para cumplir por cuarto año consecutivo una manda que se negó a desvelar. Por lo que no fue posible saber si está relacionada con su profesión de militar, que podría llevarle a Irak.

A este respecto su padre, Angel Díaz Pérez, indicó que "el pasaporte se lo han pedido, pero no creo que vaya". El padre contó que él también se empaló cuando era joven, durante once años, "por enfermedad y por un accidente de circulación".

Cuarenta y cinco minutos tardó, Díaz Vicente, en hacer el recorrido, rezando en cada una de las trece cruces que configuran el trayecto del via crucis, repartidas a lo largo de todo el pueblo. Al final el resultado físico visible fue de hombros y brazos enrojecidos por la acción de la soga y un cansancio mayor que el de otros años. "He ido peor, posiblemente porque me he mentalizado de otra manera", comentó.

Otros penitentes seguían el recorrido finalizado por Díaz Vicente, en una noria de peticiones y gracias, por los favores recibidos del Altísimo, que se prolongaría hasta el canto de los gallos, anunciando la llegada de la luz del nuevo día.