Para mí era muy importante vivir mi vocación sacerdotal no en la soledad individual del párroco en su parroquia, sino que me va entusiasmando vivir esa vocación en la iglesia carismática y en el ámbito de la vida consagrada que ya en la Edad Media llevaba Francisco de Asís. El espíritu franciscano de vida es muy simple, muy sencillo, hay una cosmovisión teologizada en la que sin ser toda la realidad Dios, para no caer en panteísmo, sí que toda la realidad está traspasada por la presencia de Dios. Después de haber llegado al sacerdocio y haber estado en la enseñanza, viví seis meses de retiro, de vida contemplativa en el monasterio del Palancar, donde descubrí que mi vocación no sería nunca específicamente contemplativa.