Hemos dejado de comprar coches para quedarnos en casa. Nos hemos acoplado al sofá, aunque este sigue siendo el que compramos antes de la crisis. Como mucho, nos hemos permitido invertir en algún equipo de imagen y sonido. Ya que no vamos al cine, por lo menos que podamos ver la tele con cierta comodidad. Eso sí, puesto que salimos menos, tengamos un móvil disponible o una tableta para mantenernos conectados con el mundo. No hace falta decir que de viajar al extranjero, nada o casi nada. A ratos, eso sí, hemos sido generosos con nuestra propia salud. A ver si cuando acabe la crisis estamos en condiciones físicas óptimas de aprovechar el tirón. Hasta entonces, quedarse en casa también ha tenido su precio: hemos incrementado los gastos relacionados con los suministros de la vivienda: electricidad y gas, sobre todo. En resumen: el hábito de consumo de los españoles ha cambiado radicalmente con la crisis. Y el nuevo hábito se puede definir en tres palabras: encadenados al sofá.

"Entre el 2007 y el 2011 tan solo aumentó el consumo real de productos de comunicación, de vivienda y suministros, de productos de salud y algo de enseñanza", describe el análisis sobre el consumo de los hogares relativo al segundo semestre del pasado año del servicio de estudios del BBVA. "La demanda de bienes duraderos es la que se ha retraído durante la crisis", agrega. Es decir, coches, motocicletas, mobiliario, gran electrodoméstico, transporte, bebidas alcohólicas, vestido y calzado, ocio y cultura y equipamiento del hogar son los componentes del consumo que más se han resentido durante la crisis.

"Lo primero que se lleva por delante el ciclo económico bajo es la venta de automóviles", comenta un experto en consumo privado de una entidad financiera. Entre el 2006 y el 2011, según datos del INE, la compra de vehículos cayó el 51,9%. Y le siguen los muebles (-41,1%), como corresponde a una crisis-financiero-inmobiliaria como la que atraviesa España. En todo caso, hay dos tipos de consumo. Los hogares en los que el sustentador principal está en paro, el consumo se concentra en alimentación y comunicaciones. En los hogares con empleo, el espectro de consumo es mucho más amplio.

De un país en el que el 26% de la población activa está en paro y que no puede ahorrar, pues las familias se han visto obligadas a reducir su tasa de ahorro al 8% de la renta disponible --lo que supone un porcentaje casi ridículo--, no se puede esperar una recuperación económica por la vía del consumo. En términos macroeconómicos, ha caído el 2% en el 2012 y no hay expectativa de mejora en el 2013. La previsión del BBVA es una nueva caída del 2,9%, pese a que el Gobierno espera una ligera recuperación de la economía en el segundo semestre.