«En Mozambique no existe la palabra futuro, no hay traducción porque allí nadie piensa en el futuro, piensa en el día a día», cuenta la enfermera extremeña Laura Rasero Álvarez. Y ese día a día es ahora mismo sobreponerse a las terribles consecuencias de un ciclón que hace apenas un mes llegó sin aviso y devastó todo a su paso: dejó 500 personas fallecidas y más de 140.000 desplazadas. «A la pobreza que ya vive el país se sumó esta desgracia, pero el carácter de esta gente les hace sobreponerse rápido y desde el minuto uno se han puesto a levantar sus casas y sus vidas», cuenta esta extremeña de Zafra. Y ella lo ha visto con sus propios ojos. Laura Rasero es una de las 71 personas, entre sanitarios y personal de logística, que conforma el Equipo Técnico Español de Ayuda y Respuesta a Emergencias (START) que acudió a su ayuda tras la llamada del país.

Son los conocidos como ‘chalecos rojos’, que han realizado en Mozambique su primera misión como grupo español de cooperación ya consolidado tras haber sido acreditado y verificado por la Organización Mundial de la Salud (OMS). Este equipo comenzó a fraguarse en el 2016. Para formar parte de él se requiere formación, experiencia e idiomas y la enfermera extremeña no dudó en apuntarse. Le encanta ayudar a quienes más lo necesitan y ya ha participado como voluntaria en varias misiones humanitarias: en el terremoto de Haití, en el tifón de Filipinas, en Gambia y en el rescate de migrantes a bordo del Open Arms.

Así que cuando recibió un mensaje al móvil avisándola de que estaba preseleccionada para esta primera misión del Equipo START no se lo pensó. «Sentí mucha emoción, es un orgullo formar parte de este nuevo equipo español de respuesta a emergencias». Solo necesitó el permiso de la gerencia del área de salud del SES en la que trabaja como enfermera de urgencias y llegó pronto. «Se han portado muy bien». 48 horas después ya estaba en suelo africano.

Un hospital desde cero

Fue el pasado 29 de marzo cuando la primera tanda de profesionales llegó a Dondo, una localidad de la provincia de Sofala, en el centro-este de Mozambique. Allí, junto al hospital local desbordado y medio destruido, se instaló el hospital de campaña español con capacidad para hasta 20 ingresados y un quirófano. La primera misión fue el montaje de toda la infraestructura, tanto la sanitaria como las tiendas de campaña donde se alojaron los 71 profesionales desplazados. «Partimos totalmente de cero y eso también ha hecho muy enriquecedor a nivel personal este proyecto que desde el principio construimos con nuestras propias manos, desde allanar el terreno con un rastrillo, a construir letrinas, montar un quirófano o un box para los críticos... y todos trabajando en equipo», señala Laura. Solo dos días después de llegar ya estaban atendiendo a los primeros pacientes. Su labor durante los 15 días que pasó en Mozambique consistía en la valoración inicial, la recogida de datos de los usuarios -hablan portugués-, la asistencia en urgencias y también en consultas externas con un médico de urgencias. El trabajo era intenso y duro, no solo por el volumen sino también por las condiciones. «La idea inicial era hacer turnos de mañana, tarde y noche, pero las elevadas temperaturas con más de 40 grados y la humedad hacía insoportable aguantar muchas horas debajo de las carpas del hospital y nos organizamos en turnos de tres horas para rotar y descansar».

Cirugías, rayos y obstetricia eran las tareas más solicitadas desde el hospital local, pero también les llegaban pacientes con diversas patologías. «Como consecuencia del ciclón había muchas heridas infectadas, fracturas sin curar y casos de cólera y malaria en aumento tras el desastre natural. Estos últimos los derivábamos a una unidad específica que tiene allí Médicos sin Fronteras». Y más allá del ciclón, el hospital español realizó numerosas intervenciones de apendicitis, hernias y cesáreas: «han nacido al menos doce bebés». También se encontraron con diversas patologías crónicas que, ante la falta de recursos, estaban «descontroladas» -«las medicinas allí son de pago y la mayoría de la población no tenía ni para comer»-, quemaduras... En total, el primer equipo atendió a más de 1.100 pacientes y el segundo -que relevó a los primeros voluntarios- aún sigue allí hasta mayo.

De vuelta a casa y a su trabajo en el SES, ¿qué destaca de esta misión? «El equipo de compañeros fantástico y la resiliencia de la población de Mozambique, que pese a haberlo perdido todo se ha puesto a levantar sus casas y sus vidas desde el minuto uno, sin mirar atrás y sin tragedias», apunta.

«Me siento viva»

Por su experiencia en otras misiones de cooperación, Laura está preparada para enfrentarse a este tipo de situaciones: «te haces una idea de lo que te vas a encontrar aunque no por ello dejas de impresionarte con las cosas que vives». A pesar de la dureza, el cansancio y la frustración que siente al ver problemas que en el primer mundo tendrían una fácil solución, Laura vuelve contenta con el trabajo realizado y con ganas de irse de nuevo. «Volvería con los ojos cerrados». ¿Por qué? «Porque allí me siento viva, siento que hago falta y que puedo ayudar a gente que de verdad lo necesita, porque me siento más útil y porque creo que tengo mucha suerte de haber nacido en esta parte del mundo y me siento en deuda por ello, siento que tengo que compartir lo que tengo con los que más lo necesitan... Y porque me traigo siempre mucho más de lo que yo dejo allí».