Soltero y con 31 años, Alberto Casero es uno de los diputados más jóvenes del Parlamento. Se define como un chico normal, apasionado de los viajes, la lectura y de estar con sus amigos. Comenzó en las nuevas generaciones del PP en el 96 y además de diputado, es concejal de oposición en Trujillo y secretario provincial del PP.

--¿Qué le llevó a dedicarse a la política desde tan joven?

--(Risas)En la anterior legislatura fui el diputado más joven, pero ya en esta no. Ahora son Juan Parejo y la socialista Isabel Gil. Entré en este mundo sobre todo por la vocación de servicio público, porque entiendo la política como una forma de resolver los problemas de la sociedad y de implicarte para transformar la realidad actual.

--Entonces, para usted la política es un servicio público...

--Sí. Y como tal, tiene su parte positiva, que es la capacidad de solucionar los problemas de la gente y aunque suene a tópico, realmente es la verdad. Pero dedicarse a esto también tiene unos costes.

--¿Cuáles son?

--Sobre todo es familiar, porque no tienes horarios. Además, estás sometido a la opinión pública de manera permanente no solo en la faceta de político, sino también en la personal. Y otro aspecto negativo es la impotencia ante la imposibilidad de ayudar a los que lo necesitan.

--¿Cómo lleva las críticas?

--Con naturalidad. Hasta el momento no he vivido grandes escándalos y se que las críticas son algo que acompañan a un cargo político. Hago una vida normal, sin problemas, aunque hay que reconocer que ahora, con toda la polémica actual, se enjuicia por igual a todos los políticos y eso no es justo. Yo me dedico en cuerpo y alma a los cargos que tengo, no robo a nadie, simplemente hago mi trabajo honradamente.

--¿Qué dice su familia?

--La familia es la que más sufre las críticas que le hacen a uno, pero también es siempre la que más apoyo te da y la que te permite seguir adelante.