Un estudio del historiador Carlos J. Rodríguez Casillas aborda la importancia que tuvo el frente extremeño en el conflicto entre la reina Isabel La Católica y Juana La Beltraneja por la corona de Castilla, un aspecto de la Guerra de Sucesión desarrollada entre 1475 y 1479 olvidado por la historiografía.

Rodríguez Casillas, Premio Jóvenes Investigadores de la Fundación Xavier de Salas, acaba de publicar "A fuego e sangre", en el que advierte de que, aunque las grandes operaciones militares tuvieron lugar en la zona del Duero, el territorio extremeño era estratégico para el devenir de la guerra por su carácter fronterizo.

Extremadura podría haberse convertido en la gran plataforma de apoyo del rey Alfonso V de Portugal, que apoyaba la legitimidad de doña Juana, si hubiera conseguido el favor de los grandes señoríos.

En este territorio el conflicto sucesorio se solapó con las guerras civiles señoriales que dividían la región desde mediados del siglo XV o los disturbios por el control del poder de las importantes órdenes militares de Santiago y Alcántara.

A este cóctel se sumó la lucha de dos modelos políticos: el oligárquico, que defendían los partidarios de Juana, con el marqués de Villena, Juan Pacheco, a la cabeza; y el de la autoridad regia, en cuyas filas estaba el duque de Alba, García Álvarez de Figueroa.

Todo ello provocó que Extremadura fuera el escenario de una guerra cruel que se resume en una cita del cronista Francisco de Rades que abre el libro publicado por la Editora Regional.

"Era tanto el daño que ni los caminos se andauan en aquella provincia, ni la tierra de labraua: y toda la negociación y comercio cessaua, y las aldeas estauan despobladas, y finalmente todos los estremeños padescían gran persecución de guerra y hambre".

Entre la documentación inédita que recoge el estudio figura el pacto que sellaron a finales de 1474 Juan Pacheco y el duque de Alburquerque, Beltrán de la Cueva, en la que éste se comprometía a no hacer nada en favor de Isabel La Católica.

Rodríguez Casillas (Cáceres, 1982) pone este ejemplo para explicar que la enmarañada red de hostilidades e intereses provocaba que los pactos y las fidelidades se diluyeran con facilidad, ya que Beltrán de la Cueva ofreció uno de los mayores giros políticos al apoyar la causa de la reina.

Ambas partes intentaron aprovechar los conflictos de la nobleza a su favor.

El historiador hace una radiografía del posicionamiento político de la nobleza, oligarquías, ciudades y villas extremeñas, y profundiza en los recursos y estrategias militares.

A su juicio, los ejércitos movilizados por los Reyes Católicos mostraron una eficiente operatividad a pesar del carácter heterogéneo de sus fuerzas.

Además, en contra de algunos tópicos, la guerra de devastación en sus distintas formas que imperó en Extremadura, junto a la toma de fortificaciones desde la que controlar los territorios, seguía una estrategia, el desgaste del enemigo.

El autor ha señalado que esta publicación tiene el valor de recuperar aspectos de este conflicto que han sido marginados por la historiografía.

Así, ha recordado que Alfonso V penetró con sus tropas por Extremadura, que se casó en Plasencia con Juana y que su ejército fue derroto en la Batalla de la Albuera, en las cercanías de Mérida.

Rodríguez Casillas ha lamentado que cuando se aborda esta guerra sólo se hable de aspectos como la Batalla de Toro, cuando el conflicto tuvo muchísimo peso en Extremadura, ya que ambos frentes militares fueron complementarios.

No duda en afirmar que Isabel La Católica se jugó su reinado en el control de los señoríos extremeños.

El historiador, por otro lado, ha dicho que el estudio sirve para desmitificar tópicos sobre la guerra en el medievo, como la falta de estrategia.