XAx lo largo de los innumerables viajes realizados por esta tierra, se puede comprobar palpablemente el desarrollo experimentado en sus pueblos y ciudades; una transformación que va más allá del mero cambio en la fisonomía del paisaje, y que trasciende a aspectos culturales y de conducta.

Como los intelectuales del 98 español, los extremeños, hemos arrastrado durante años una penuria existencialista, una sensación de vértigo y de pesimismo histórico, una inseguridad que se manifestaba de forma más fehaciente cada vez que teníamos que abandonar nuestra tierra. También nos acompañaba la fea costumbre de infravalorar lo nuestro , contrariamente a lo que ocurre en otras comunidades chovinistas; cualquier profesional de fuera era mejor considerado que los propios, cualquier producto era más prestigioso si su procedencia era foránea; pero en un determinado momento, llegamos a la conclusión de que también aquí, lo bueno y malo abunda. El extremeño es una persona que ama su tierra, pero su tierra chica, esa patria que se extiende ante sus ojos, tiene un amor localista; Extremadura es un concepto etéreo, difícil de definir y de delimitar, una abstracción demasiado amplia para ser materializada como una de nuestras realidades inmediatas, por tanto difícil de abarcar en su conjunto.

En un recorrido por las ciudades extremeñas, se puede comprobar que nada tienen que envidiarle a otras capitales que a menudo visitamos. Los hoteles y las cafeterías de las ciudades nuevas, han perdido aquel rancio sabor provinciano que los caracterizaba; modernos barrios se extienden acá y allá, con edificios estandarizados, conformando un entramado de calles y plazas con colores funcionales muy de este tiempo.

Sorprende constatar el número de personas nacidas en esta tierra que triunfan a nivel nacional, nunca desde que la memoria me alcanza recuerdo a tantos intelectuales, poetas y novelistas como los que existen actualmente; deportistas, artistas y cantantes se cuentan por docenas, de aquellos modestos clubes que militaban en tercera regional y campos de tierra, algunos han llegado a la cima de la primera división y de la ACB.

Una economía irrelevante, basada en la supremacía del sector agrícola-ganadero, ha dado paso a un aceptable sector secundario y al de servicios, avalado por una incipiente industrialización, que se ha visto favorecida por esta red de infraestructuras y vías de comunicación que actualmente vertebra la región. Un empresariado algo más emprendedor, ha colaborado a la creación de nuevos puestos de trabajo y a aumentar nuestro PIB. Una industrialización que indiscutiblemente puede provocar algún tipo de impacto ambiental, pero a la que no podemos sustraernos, porque la industria constituye, a día de hoy, la forma más sólida de un progreso sostenido, lejano al de aquellos modos de vida artesanales y bucólicos. Aquella agricultura tradicional y arcaica, ha ido desapareciendo en favor de otra más moderna e intensiva, cada vez son más numerosas las zonas donde proliferan nuevos sistemas de mecanización, lo que supone que este sector siga siendo el pilar básico de nuestra economía y nos acerca al modelo europeo de producción. Un gran número de productos cuentan ya con la vitola de denominación de origen y prestigio internacional.

No hay ciudad que se precie que no disponga de varios centros comerciales, el sector de la distribución es el reflejo inequívoco del consumo, y el consumo lo es del poder adquisitivo; cualquier población mediana cuenta a su vez con una adecuada estructura educativa y sanitaria; pero el acervo cultural e histórico permanece intacto a pesar de este proceso de modernidad en el que estamos inmersos.

Si los cálculos no fallan sólo en prensa escrita regional se producen unas tiradas medias aproximadas de unos 34.000 ejemplares diarios, lo que supone un potencial de lectores importantísimo, teniendo en cuenta que algunos periódicos están a disposición de mucha gente en lugares públicos; nada tiene que ver esta región con aquella imagen rural y cateta que nos pretendían vender las películas.

En cuanto al sistema financiero, las dos entidades de ahorro más representativas, a pesar de funcionar por separado, están ubicadas en una zona saneada del ranking nacional. Podrá pensarse que en otras partes se ha vivido un proceso similar, pero los que tenemos memoria recordamos como anteriormente la distribución de los recursos se realizaba de una manera insolidaria, premiando más a aquellas regiones que más tenían.

La Constitución de 1978, el actual marco jurídico de las autonomías, y las ayudas provenientes de los fondos estructurales y de cohesión europeos, han propiciado que hayamos abandonado el vagón de cola en algunos aspectos, y aunque aún es largo el camino que nos queda por recorrer hemos dejado atrás ese discurso victimista y anacrónico propio de otras épocas.

De una región condenada a la emigración hemos pasado a otra receptora de inmigrantes. Extremadura ha dejado de ser aquella tierra abandonada de Dios, donde la mística del desencuentro inundaba las páginas más truculentas de los sucesos; actualmente se encara el futuro desde una perspectiva diferente. Se hace necesario, sin embargo, prescindir de esa crítica peyorativa que tiene un efecto devastador, pues alimenta ese sentimiento fatalista que sólo algunos se empeñan en perpetuar. Ha de ser la moderación y el conocimiento de nuestras posibilidades y limitaciones el punto de partida para saber dónde estamos y hasta dónde podemos llegar.

*Profesor