Cuenta la leyenda que, en plena invasión árabe, una imagen de la Virgen junto con otras reliquias fue escondida por los cristianos junto al río Guadalupe, en la zona de la serranía de las Villuercas. Siglos más tarde, ya en el año 1326, la Virgen se le apareció a un vaquero de la provincia cacereña llamado Gil Cordero y le pidió que desenterrara una imagen suya que se encontraba oculta junto al río. Cordero agolpó piedras e hizo una cabaña en el lugar del hallazgo para depositar a la Virgen. Tras convencer a los clérigos de los milagros que había presenciado, se decidió a construir una ermita en el lugar y comenzaron las peregrinaciones. De la supuesta primitiva cabaña que construyó Gil Cordero a la Virgen no queda nada, pero fue el germen del Real Monasterio de Santa María de Guadalupe, la imponente morada de la morenita, patrona del pueblo extremeño.

Como cada 8 de septiembre, Día de Extremadura, la Virgen de Guadalupe volvió a ser la protagonista de una jornada marcada por la tradición, en la que miles de fieles y peregrinos procedentes de la región y de otros puntos del país acudieron ayer a su encuentro para rezarle, pedirle, agradecerle o simplemente estar junto a Ella. Los actos religiosos comenzaron a las siete y media de la mañana en la puebla con el Rosario de la Aurora y siguieron con la eucaristía oficiada por el arzobispo de Toledo y cardenal primado de España, monseñor Braulio Rodríguez Plaza. Un año más, el monasterio se quedó pequeño para acoger a los devotos durante la celebración eucarística y, aunque en el exterior caían algunas gotas, en el interior los abanicos se agitaban con ímpetu para sofocar el calor.

En su homilía, el arzobispo de Toledo expresó su deseo de que la Reina de las Villuercas proteja a los fieles, a las iglesias diocesanas y a las comunidades cristianas, a Extremadura y a las «comunidades políticas». Sin embargo, no hizo mención durante su sermón a la histórica reivindicación de que Guadalupe, junto a las parroquias de las localidades cercanas, pasen a depender de una diócesis extremeña. Junto a monseñor Braulio Rodríguez, la misa fue concelebrada por el arzobispo de Mérida-Badajoz, Celso Morga; el obispo de Plasencia, José Luis Retana; y el de Coria-Cáceres, Francisco Cerro. También participaron el obispo emérito de Segovia, Ángel Rubio, los vicarios de las tres diócesis extremeñas y de Toledo, así como el nuevo guardián del monasterio, fray Guillermo Cerrato, entre otros.

CARTA DEL VATICANO // El arzobispo sorprendió a los presentes al informar de la invitación que el alcalde de Guadalupe, Felipe Sánchez Barba, le había hecho al Papa Francisco para que acudiera al municipio con motivo del XXV aniversario de la declaración del monasterio como Patrimonio de la Humanidad. La invitación del alcalde fue trasladada por el arzobispo de Toledo y El Vaticano respondió que no era posible la visita, pero que agradecía el ofrecimiento. El prelado fue el encargado de leer la carta a los feligreses, en la que les traslada la cercanía del Santo Padre, que les tiene presentes en sus oraciones.

Uno de los momentos más singulares de la santa misa se produjo con el canto de las loas a la Virgen que narran las leyendas vinculadas a la patrona extremeña. Con la bendición apostólica y los vítores a la morenita se daba por terminado el oficio, al que acudieron el presidente de la Junta de Extremadura, Guillermo Fernández Vara; la presidenta de la Asamblea de Extremadura, Blanca Martín; el presidente del PP regional, José Antonio Monago, o los presidentes de las diputaciones de Cáceres y Badajoz, Rosario Cordero y Miguel Ángel Gallardo, respectivamente, entre otras autoridades civiles y eclesiásticas.

La coral de Santa María de Guadalupe cerró la eucaristía con el canto del himno a la patrona para que, minutos más tarde, diera comienzo la parte más emotiva y esperada de la jornada con la procesión de la morenita por el interior de la basílica. Sin duda, un encuentro de fe y devoción que se repite cada año con motivo de esta festividad, pues la Virgen tan solo sale de su camarín en el día de los extremeños. En torno a las doce y media de la mañana, y previo rezo del angelus, se produjo la salida de la patrona regional desde la capilla de Santa Paula entre vivas y aplausos. Un año esperando y al fin llegó el encuentro con la morenita, la hora de estar cara a cara frente a Ella y de sentir la fe dentro de los corazones. Como novedad de este año, la Reina de la Hispanidad no se dirigió directamente hasta el claustro, sino que previamente recorrió el perímetro de la nave central para que los fieles pudieran disfrutarla aún más.

LA PROCESIÓN // La imagen de la Virgen procesionó con su paso lento desde el interior del templo hasta acceder al claustro mudéjar, donde le esperaba una multitud de fieles y la banda de música Nuestro Padre Jesús Nazareno, de Villanueva de la Serena, que un año más acompañó a la patrona.

Aunque la procesión por el claustro se repite cada año, el sentimiento nunca es igual, y la estampa de los devotos desplazándose de rodillas sigue sobrecogiendo a todo aquel que no haya asistido a este acto. La Virgen lució en esta ocasión el manto que le regaló la comunidad franciscana en 2008 con motivo del centenario de la llegada de estos monjes al monasterio guadalupense, además de la corona y el bastón de mando con los que fue nombrada Reina de la Hispanidad o de ‘las Españas’ el 12 de octubre de 1928 por el Primado de España en presencia del rey Alfonso XIII.

Juan Sánchez, uno de los miles de peregrinos que en estos días han caminado hasta el monasterio, aseguraba ayer que la experiencia es «increíble», más si cabe después de haber recorrido los 160 kilómetros que separan Los Cortijos (Ciudad Real) de Guadalupe. «Ha sido la primera vez que lo hacíamos andando y ha sido muy emotiva la llegada», confiesa. «Es la primera vez que venimos a ver la procesión, pero todos los años solemos venir por la noche a velarla», explicaba a este diario Felipa Solomando, de Villanueva de la Serena, que había acudido junto con varias amigas a disfrutar de la jornada festiva.

La ofrenda floral a la Virgen de Guadalupe, que se celebra cada año el 6 de septiembre, y en la que participan miles de fieles, aspira este año a convertirse en Fiesta de Interés Turístico Regional.