Extremadura ha perdido en la última década cerca de 4.000 trabajadores autónomos y tres cuartas partes pertenecían al sector agrario, que tradicionalmente ha sido uno de los más pujantes de la región, tras el de servicios (comercio, hostelería) que aglutina a la mitad de los trabajadores extremeños por cuenta propia (más de 33.000), duplica a los que pertenecen a la agricultura y es el único que presenta cifras en positivo tras la última década. Muy al contrario, según la estadística del Ministerio de Empleo y Seguridad Social, en el 2005 había 17.347 autónomos dedicados a la agricultura y diez años después suman 14.000, tras nueve años de caídas y un leve repunte en el 2015 que mantiene en negativo el saldo de este periodo. Según el Ministerio de Empleo, el 31 de diciembre había en Extremadura 55.954 autónomos (personas físicas, es decir, que no pertenecen a sociedades mercantiles, cooperativas no otras entidades societarias y tampoco son colaboradores familiares). Representan el 70% de los afiliados por cuenta propia (80.335 en esa fecha).

El casi inexistente relevo generacional en el campo, la escasa rentabilidad de las explotaciones más pequeñas y sus dificultades para competir en un mercado cada vez más global son algunas de las cuestiones que las organizaciones agrarias sitúan en el origen de este descenso, que consideran que continuará acentuándose en los próximos años ante la escasez de medidas de apoyo al emprendimiento en la agricultura. Reclaman por ello medidas "urgentes".

El envejecimiento de la población agraria es una de las advertencias que lanzan desde las opas de agricultores en los últimos años como una amenaza para el sector: más de del 50% de los agricultores supera los 55 años, lo que supone que crecen las jubilaciones, mientras se eliminan incentivos para que el relevo generacional sea proporcional a la desaparición de explotaciones (hasta el 2015 la PAC incluía incentivos para que el agricultor se jubilara a los 55 años a cambio de que cediera su explotación a un agricultor joven o a alguien que se incorporara a la agricultura). La consecuencia es que "por cada joven que llega se jubilan diez agricultores", afirma Ignacio Huertas, secretario general de UPA-UCE Extremadura.

Es un relevo escaso que se une también a las dificultades para asumir la inversión que requiere la puesta en marcha de una explotación agrícola y la escasa rentabilidad de presentan. "Las explotaciones tienen que ser cada vez más grandes para que sean rentables y puedan ser competitivas", añade Juan Mentidieri, dirigente de Apag Extremadura Asaja.

Pero tras el retroceso de los autónomos en el campo no hay solo motivos económicos. Otros factores como la falta de incentivos para traer a la gente joven tampoco están ayudando: "el nivel de servicios es más deficitario que en las ciudades", resume Huertas.

En todo caso, y a pesar de las trabas, los efectos de la crisis terminaron por favorecer que algunas personas volvieran a mirar en el último año al campo antes de que la nueva PAC acabara con todas las ayudas de incorporación de los jóvenes. De hecho, en el último año 1.200 jóvenes solicitaron incorporarse al campo (900 peticiones se resolvieron), aunque la cifra no fue lo suficientemente abultada como para paliar las consecuencias del envejecimiento del sector y tampoco para detener la merma de los autónomos del campo en los últimos años.

Aunque el retroceso ha sido menor en el resto de sectores, también han perdido autónomos en la construcción (805) y en la industria (370) en los últimos diez años.