Inmigrantes que un día llegaron con su maleta a Extremadura en busca de una vida mejor y que ahora empiezan a marcharse. Y extremeños, sobre todo jóvenes, que ven que su futuro está lejos de la región. Son los colectivos que están detrás de que Extremadura regitrara durante 2016 el peor saldo migratorio de lo que va del siglo XXI, encadenando cinco años ya en números rojos.

El saldo migratorio es la diferencia entre la inmigragión y la emigración de un lugar. En concreto, según los datos publicados por el Instituto de Estadística de Extremadura, durante el año pasado trasladaron su residencia a la rgión un total de 25.766 personas, sin embargo abandonaron la comunidad otras 31.233. Esto supone un saldo migratorio negativo de 5.467 personas, que no se ha registrado, al menos, en los últimos 16 años y que encadena ya cinco años continuados en negativo. «Y todavía tenemos que ir a más», advierte Antonio Pérez Díaz, profesor de Análisis Geográfico Regional en la Universidad de Extremadura (UEx).

«Los políticos aseguran que se está produciendo una recuperación de la economía que en Extremadura no se está notando, pero sí en otras comunidades y países a los que deciden irse nuestros trabajadores en busca de oportunidades. Entre otros sectores, hay que tener en cuenta que se está produciendo un repunte de la construcción que fuera de la región se nota más y ofrece una mayor oferta laboral», prosigue.

Perder en un año 5.467 habitantes por la emigración es «una cantidad importante que pasa desapercibida porque Extremadura tiene tantos munipios que la media en realidad no es tan abultada, pero sí lo es si pensamos en un solo pueblo», reflexiona Pérez. De hecho, supondría vaciar Talavera la Real (5.453 habitantes en 2016) o casi Montehermoso (5.817 habitantes).

Tras los números, aprecia el profesor, hay «mucha gente joven y cualificada que se está marchando fundamentalmente al extranjero» y también llama la atención la cifra de extranjeros asentados en la comunidad que están volviendo a emigrar. «No es solo el vecino de siempre de un pueblo el que se marcha, sino también aquellos que llegaron un día a Extremadura y que tras permanecer aquí un tiempo vuelven a cambiar su residencia». De hecho, como apuntan las estadísticas, «las zonas que han tenido o tienen más inmigrantes son las que registran una emigración superior». De los 5.467 residentes que la región perdió el año pasado por este motivo, casi el 21% era de nacionalidad extranjera.

Es un fenómeno que se aprecia especialmente en Almendralejo. Esta localidad cerró 2016 con un saldo migratorio negativo de 1.362 personas -el mayor de la región- de las que 1.184 no eran españolas. «Al final la gente se va donde puede encontrar trabajo», razona Siham Khribech, secretaria de la asociación Amigos del Inmigrante de Almendralejo (AMI). «Hay pueblos donde hay acumulación de inmigrantes y no hay trabajo para todos por lo que buscan otros municipios donde haya menos inmigración», apunta. Khribech, asentada en esta localidad desde hace 14 años, señala que en el último lustro se aprecia que hay extranjeros, sobre todo los jóvenes, que quieren irse al menos de Almendralejo. «Hay incluso gente que piensa en volver a sus países de origen».

Es una tendencia que también han notado desde la Fundación Ruy López de ayuda al inmigrante. «Los latinoamericanos y los rumanos son los que más suelen cambiar de residencia cuando no encuentran trabajo, mientras los marroquíes son los que más se asientan en la localidad», apunta la secretaria de la fundación con sede en Almendralejo. Destaca que la situación para la inmigración es más compleja a raíz de la crisis económica, cuando los «españoles comenzaron a ocupar puestos de trabajo que antes no quería y ahora sí».

El fenónemo de los migraciones es solo un factor más que agrava la crisis demográfica de Extremadura. «Es la crónica de una muerta anunciada desde hace décadas y ya no tiene solución porque las medidas no se han puesto en su momento. Los pueblos están perdiendo población y las ciudades cada vez ganan menos habitantes, tienen menos poder de atracción y acabarán tomando el mismo camino que las zonas rurales», advierte el profesor de la UEx.