Menor consumo de carne para frenar el calentamiento global. Es lo que aconseja las Naciones Unidas en su último informe del Panel Intergubernamental de Expertos en Cambio Climático. Según este reporte, un cambio de dieta ayudaría a reducir los gases de efecto invernadero.

Extremadura, sin saberlo, podría estar ya poniendo de su parte. Es la comunidad autónoma con menor consumo de productos cárnicos por habitante. Tal y como recoge el último Informe del Consumo Alimentario en España del Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación, los extremeños consumen una media de 38,09 de kilos de carne al año. Ocho kilos por debajo de la media nacional, situada en los 46,19 kilos anuales por persona.

Este periódico analiza los hábitos alimenticios en la región y lo que este informe de la ONU puede suponer para el futuro del medio ambiente de seguirse sus recomendaciones. Cada vez hay menos dudas, un cambio de dieta significaría también un cambio, para mejor, de la salud. Y no sólo de la del planeta.

Así lo defienden las organizaciones ecologistas: «Es algo que ya se sabía desde hace tiempo», dice Pablo Ramos, portavoz de Ecologistas Extremadura.

«La producción de carne industrial significa mayor emisión de C02, mayor reducción de bosques. Para producir un kilo de carne está demostrado que sólo se aprovecha el 10-20% de los recursos y el resto se pierde. Entonces está claro que un consumo vegetal, reducir el consumo de carne, significará menos CO2 y también menos deforestación. Está pasando en la Amazonía, la tala de bosques para sustituirlos por campos donde producir pienso o bien para ser pastos», explica Ramos.

«Además está la emisión de metano que provoca la ganadería intensiva», añade. El metano es un gas de efecto invernadero que calienta la Tierra hasta 23 veces más que el dióxido de carbono, pero su presencia es menor que la del CO2. Las vacas lo producen en gran cantidad cuando ingieren sus alimentos.

Desde Ecologistas Extremadura no piden cortar de raíz el consumo de carne pero sí hacerlo con más responsabilidad: «Nosotros defendemos una producción ecológica sostenible. Aquí en Extremadura tenemos un claro ejemplo con la dehesa y la producción del jamón ibérico. O también con muchas granjas ecológicas. Creemos que lo principal es que la producción sea sostenible», argumenta Ramos.

El mismo modelo defienden desde Ecologistas en Acción Extremadura: «En Europa se está adoptando un modelo de ganadería industrial como el americano, que es más barato, basado en medicamentos y antibióticos, que repercute en la salud de los consumidores, y que no está basado en los recursos locales sino globales, con lo que supone la exportación de soja y maiz en Sudamérica: deforestación y destrucción de las comunidades», explica Carlos Garrón.

Ante este paradigma, Garrón llama a consumir productos de cercanía y de temporada: «Nosotros apostamos por la agroecología, como se hacía en Extremadura por nuestros padres y nuestros abuelos y que nosotros hemos perdido», dice.

Por esa razón, Ecologistas en Acción llama a crear una legislación específica para potenciar a los pequeños productores en la que se garantice «la calidad y la flexibilidad».

«Extremadura tiene un potencial en los pequeños productores pero nadie lo está cuidando. En los grandes núcleos urbanos se consumen productos que vienen de fuera. Estamos en un modelo de trasvase global de alimentos, con el coste ecológico que ello supone», advierte Garrón. Por eso avisa de las consecuencias que trae el cambio climático: «Es alarmante. Y no es que lo digamos los locos ecologistas. Nosotros somos el altavoz de lo que advierten los científicos: desaparición de especies, hambre por las sequías y guerras por el agua».

Dieta vegetal

«Más que un lobby de la carne lo que creo es que hay mucha desinformación. Está demostrado que la combinación de cereales con leguminosas cubre las necesidades de aminoácidos. No es necesario para nada consumir carne. De hecho, poco a poco se está dando a nivel mundial, millones de personas optan por una dieta basada en productos vegetales», asegura Ramos.

«Nosotros tenemos la dieta mediterránea, que está basada en las legumbres. La carne no es la base, es sólo una parte de la dieta», tercia Garrón

La nutricionista Mónica Pérez da la clave: «De los grupos de alimentos que hay, la carne es de lo que más se puede prescindir porque se puede sustituir por otros alimentos».

«Este informe viene a raíz de que el consumo de carne es de los grupos de alimentos que más afecta al medioambiente por la producción intensiva y las consecuencias que tiene: la contaminación por los gases que emite y la deforestación», dice.

En el ámbito de la salud humana, la también presidenta de la Asociación de Dietistas-Nutricionistas de Extremadura (AEXDN) advierte del uso de antibióticos en las explotaciones intensivas y las posibles repercusiones para el ser humano.

También recuerda que «está demostrado que la dieta vegetariana es la más beneficiosa para la salud». Tal y como explica Pérez, las legumbres junto a derivados de la soja, el tofu, huevos y lácteos aportan las proteínas necesarias.

En cualquier caso, «el consumo de la carne está muy arraigado en nuestra cultura entonces es casi imposible eliminarlo pero sí se recomienda disminuirlo», dice. «Se aconseja no comer carne todos los días, quizás dos o tres veces a la semana», añade.

Además, desde el punto de vista médico, recuerda que hay muchas diferencias en cuanto al tipo de carne que se consume: «El tipo que más se debe evitar es la carne roja. Se recomienda no consumir más de 500 gramos a la semana, que eso con un chuletón ya está cubierto. También evitar carnes procesadas como las hamburgues, las salchichas...», recomienda.

Pérez insiste en la importancia de las legumbres como base de la pirámide alimenticia: «Las legumbres son muy importantes y parece que las hemos desterrado. Aparte, hay que darle mucha más versatilidad y variedad a la dieta», sentencia.

Por países

Las diferencias en el consumo de carne a nivel global son notables. Así, según la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), Estados Unidos, Australia, Nueva Zelanda y Argentina se sitúan a la cabeza de los países que más carne consumen, sobrepasando todos ellos los 100 kilos por persona al año. De igual modo, en la mayoría de países de Europa Occidental se consume entre 80 y 90 kilos por persona. Estas cifras contrastan con países como Nigeria (nueve kilos/persona), Ruanda (ocho) y Etiopía (siete). Los números indican que, en general, cuanto más rico es un país, más carne se ingiere. De ahí que se espere un incremento del consumo por la subida en los ingresos medios de los países emergentes, como por ejemplo China y Brasil. Excepción sería la India donde, a pesar de su incipiente clase media, el consumo de carne no ha aumentado especialmente, debido a factores culturales y religiosos.

Extremadura también podría estar sujeta a estos factores socioeconómicos. El propio informe del Ministerio de Agricultura relaciona el mayor consumo de carne a un nivel económico más elevado. Por esa misma razón destaca el consumo de carnes transformadas en la región frente a las carnes frescas, en comparación con el resto de España.

Al margen de los motivos, lo cierto es que a menos carne más salud y un planeta más habitable. Extremadura parece estar cumpliendo con su parte.