Antes de que el mundo cambiara, de que saliéramos a las ventanas a aplaudir a las ocho cada tarde y estuviéramos cada mañana pendientes del número de españoles fallecidos el día anterior por culpa del coronavirus, ya se moría gente a diario. Una obviedad. Cada día perdían la vida en Extremadura 28 personas de media por diversas causas. Pero en las cuatro últimas semanas la mortalidad se ha incrementado notablemente. La cifra de fallecidos diarios ha ascendido hasta las 48 personas en Extremadura, lo que supone 20 muertes más de lo que sería lo normal cada día. Es la parte más trágica de esta pandemia, las vidas que se están quedado por el camino.

Los datos evidencian la magnitud del problema y se extraen del Sistema de Monitorización de la Mortalidad Diaria (MoMo), que gestiona el Centro Nacional de Epidemiología del Instituto de Salud Carlos III y se publican periódicamente. El último informe MoMo (con fecha de 23 de abril) muestra que en 27 días (entre el 23 de marzo y el 18 de abril) han fallecido en Extremadura un total de 1.338 personas por múltiples causas -no se especifican-. Pero en circunstancias normales, se esperaba que hubieran muerto en la región unas 778, por lo que en solo esos 27 días han fallecido 560 extremeños más de lo esperado, de lo que tendría que haber sido lo habitual en esas mismas fechas.

Esto es lo que los expertos del Instituto Carlos III llaman defunciones en exceso (la diferencia entre las observadas y las estimadas), se han producido en todas las comunidades del país (a nivel nacional el sistema contabiliza casi 28.075 muertes más de lo habitual en las cuatro semanas analizadas) y está relacionado directamente con la pandemia. «Este exceso de mortalidad en primavera es atribuible al coronavirus, aunque no se puede saber con absoluta seguridad», señala Remigio Cordero, jefe de sección de Medicina Interna en el Hospital Perpetuo Socorro de Badajoz.

¿Por qué? «Ese registro mide la mortalidad por todas las causas y puede darse el caso de que esa mortalidad por coronavirus sea todavía mayor porque están siendo menos, por ejemplo, las muertes por accidentes laborales o por accidentes de tráfico», explica el facultativo.

De hecho, el número oficial de fallecimientos por coronavirus en Extremadura no se corresponde exactamente con los datos de las defunciones por encima de lo normal que recoge el último informe del Instituto Carlos III. Hasta el 18 de abril se contabilizan oficialmente 384 extremeños fallecidos por covid-19 y el informe revela que en esa fecha ya se habían producido 560 fallecimientos más de lo esperado por todas las causas posibles.

LOS RECUENTOS

¿Es normal esa desviación? «Sí, esa no coincidencia ocurre en todos los territorios y en todos los países europeos registrados en el sistema MoMo. Es normal que el exceso de mortalidad no coincida con las muertes efectivamente documentadas porque los médicos cuando firmamos un certificado de defunción en muchas ocasiones no especificamos el germen por el que ha muerto el paciente, especificamos la causa de la muerte», señala. Insiste en que, además, una cosa es morir por coronavirus a hacerlo con coronavirus.

Aún así, asegura que «lo lógico es pensar que en el contexto epidémico actual y teniendo en cuenta que desde que existe este registro (2008) no ha habido un pico de mortalidad como el que se ha producido, lo lógico es pensar que ese exceso de mortalidad se debe al coronavirus».

En todo caso, Cordero sostiene que probablemente hay una infravaloración en las muertes por covid-19, pero descarta que sea intencionada. «En absoluto». Los registros sobre la mortalidad nos dan una visión global de la situación y sirven para tomar decisiones en los servicios de salud en base a las tendencias, no a los números exactos.

Los datos del Instituto Carlos III aportan más información que evidencian que ese exceso de defunciones se concentra en la población más mayor. De las 560 muertes más de lo normal que se han producido en ese periodo en la comunidad, 495 (el 88,3%) son de personas que superaban los 74 años de edad. Otros 64 fallecidos tenían entre los 65 y los 74 años, y 25 personas contaban con menos de 65 años. En cuanto al sexo, apenas hay diferencias. Entre esos 560 fallecimientos más fuera de lo habitual, apenas son 18 mujeres más que hombres.

EL ÍNDICE MEJORA

Pero este balance de la mortalidad en las últimas semanas también deja motivos para la esperanza. La buena noticia es que lejos de seguir empeorando, la situación está empezando a mejorar desde esta última semana. El pico de fallecimientos totales (independientemente de las causas) tuvo lugar alrededor del 7 de abril con 70 muertes en solo un día. A partir de ahí la tendencia es descendente, aunque con alguna subida puntual.

El dato positivo es que desde el pasado fin de semana (en torno al 18 de abril) los fallecimientos diarios están dentro de las cifras estimadas, es decir, dentro de lo que se puede considerar habitual en estas fechas en cualquier año atrás, sin exceso. «Podemos afirmar con certeza que los fallecimientos y la mortalidad han disminuido sensiblemente. Ahora mismo tenemos hospitalizados a bastantes menos pacientes», señala Cordero. Por eso considera que los datos del último informe MoMo indican que el confinamiento está siendo eficaz. Y explica por qué. «No sabemos qué habría ocurrido si no hubiera habido confinamiento, pero no hay duda de que ha servido». La clave, apunta, está en el tiempo. «Los clínicos sabemos ya que desde que una persona se contagia hasta que muere, si llega a ocurrir, trasncurren una media de 24 o 25 días. Eso supone que si aplicamos medidas de confinamiento y no se consiguen contagios 24 días después va a ver menos fallecimientos. Por eso, como el confinamiento se instauró el 15 de marzo esperábamos los resultados de la semana del 10 abril. Si no hubieran descendido los datos habríamos dicho que el confinamiento no ha servido para nada, pero el índice de fallecimientos ha disminuido de forma importante y la conclusión es que indudablemente ha sido eficaz». De hecho, apunta que ha sido mucho más eficaz en Extremadura que por ejemplo en Aragón, una comunidad con la que se tiende a comparar la región porque ya presentaba índices de mortalidad similares. «La clave ahí está en que en Aragón la población se concentra más en zonas urbanas y en Extremadura es predominanemente rural».

El médico internista espera además que la evoluación de las próximas semanas se mantenga en esta tendencia a la baja. «Los fallecidos que se registren las dos próximas semanas corresponderán a los contagios que se produjeron en Semana Santa y en esos días es muy probable que se hayan podido controlar más porque se extremaron las medidas de confinamiento. Es probable que a partir de ese momento sea todavía más eficaz y cuando se tome la decisión de qué hacer después del 9 de mayo el escenario sea más favorable que el actual».

¿Qué es el informe momo?

El sistema de Vigilancia de la Mortalidad Diaria utiliza la información de defunciones por todas las causas que se obtiene diariamente de 3.929 registros civiles de todas las provincias de España. Se utiliza para la estimación de los excesos de mortalidad por todas las causas con un modelo común en todos los países europeos y España participa en la red europea EuroMoMo1. Las estimaciones de mortalidad esperada se realizan mediante modelos restrictivos de medias históricas basados en la mortalidad observada desde el 2008.

Otro «bache» demográfico

«Es una frivolidad hacer afirmaciones científicas sobre lo que va a ocurrir, pero el aumento experimentado de la mortalidad principalmente entre los mayores agudiza aún más el problema demográfico que tenemos», señala Antonio Pérez, profesor de Análisis Geográfico Regional de la Universidad de Extremadura. La sobremortalidad que se está produciendo a causa del coronavirus habrá que analizarla con más certezas cuando se disponga de más datos, pero de entrada la primera consecuencia de esta crisis es que la «tasa de mortalidad de 2020 va a experimentar un repunte importantísimo, que esperemos sea coyuntural».

Y con este incremento, se producirá una reducción del índice de envejecimiento de Extremadura que tendrá muy poco impacto si no cambia otra varible principal: la natalidad. En este sentido, hay quien apunta que esta crisis puede generar un efecto baby boom como consecuencia del confinamiento. ¿Es posible? «Yo no me lo creo del todo. A lo mejor tenemos la suerte de que haya un repunte de la natalidad dentro de nueve meses, pero será anecdótico y tampoco va a ser muy significativo porque el problema que sufre Extremadura, toda la zona de interior de España y muchos otros países es que no hay población fértil, hay pocas mujeres sobre todo en los espacios rurales. Entonces, por mucho que este confinamiento lleve a desencadenar un aumento de la natalidad, no podría cristalizar en un aumento sensible», señala el profesor de la UEx. Advierte de otra consecuencia más: un aumento de los divorcios «como parece ocurrir tras el verano».

A su juicio, ni el aumento de fallecimientos ahora ni el posible repunte de la natalidad van a cambiar el problema del envejecimiento demográfico de Extremadura porque la causa es el relevo generacional. «Corregir la debilidad demográfica que tienen regiones como la nuestra requiere de mucho tiempo. Se necesitaría un cambio cultural muy importante». Y ahora no es la mejor situación para mejorar, más bien todo lo contrario. «Esta crisis va a suponer más paro, sensación de inseguridad e incertidumbre que lo que hace es lastrar. El miedo no anima para nada a tener niños ni a emprender nuevos negocios, es un problema demográfico pero también un problema económico y las dos cosas van de la mano. Es un bache más».

Más allá de las consecuencias de la pandemia, las condiciones sociodemográficas de la comunidad también pueden estar detrás de su mayor o menor impacto. «Está claro que la mortalidad por coronavirus es superior en las personas mayores, pero también influye nuestro comportamiento social. Aquí todavía hay muchos jóvenes de 30 años que no están independizados, lo que hace que haya más personas en una casa y el factor de riesgo es mayor que por ejemplo en Alemania donde más jóvenes ya no viven con sus padres. Son formas de vida que probablemente influyan en que en España tengamos una tasa de mortalidad superior a la de otros países, pero los datos cambian cada día y es imposible hablar con certezas», apunta Antonio Pérez.

La densidad demográfica podría ser otro factor determinante. «Hay muchos pueblos en Extremadura que no tienen ningún caso de coronavirus frente a las ciudades, eso puede indicar que la menor densidad demográfica, la vida en los pueblos, dificulta de alguna manera la difusión del virus». La parte positiva es que puede cambiar la tendencia urbana: «A lo mejor habrá más gente que se plantee ahora las ventajas que tiene vivir fuera de la ciudad, lejos de las aglomeraciones humanas donde, como hemos visto en Madrid o Barcelona, el virus se propaga con una facilidad enorme. Probablemente las formas de vida rurales sean aconsejables para evitar este tipo de pandemias. Es la lectura positiva».