Los suelos y las masas forestales son un arma fundamental para mitigar los daños provocados por los gases de efecto invernadero. La capacidad de las plantas para absorber el dióxido de carbono es una de las razones principales por las que la mayoría de los planes de lucha contra el cambio climático apuestan por potenciar los bosques, que actúan como auténticos sumideros de los gases contaminantes.

Extremadura posee un gran potencial como territorio mitigador de CO2. No en vano, se calcula que el 97% de su territorio produce captación neta de este gas nocivo. Su capacidad actual se va a aumentar, para lo cual la Estrategia Extremeña contra el Cambio Climático incorpora entre sus ejes fundamentales un aumento de su masa forestal, que actualmente ocupa el 53% de toda su superficie, para aumentar su nivel de absorción de dióxido de carbono.

Actualmente los bosques extremeños (entre los que se incluyen las dehesas, los cultivos forestales, las repoblaciones, matorrales, riberas y pastizales) tienen capacidad para mitigar 1,3 millones de toneladas de CO2 al año, lo que supera a la cantidad de emisiones de las que es responsable en Extremadura toda la industria de los sectores sujetos al comercio de derechos de emisión, que a día de hoy en la comunidad autónoma emiten 1.172.543 toneladas de dióxido de carbono al año.

Pero no solo los bosques tienen esta capacidad. También la tienen las tierras de cultivo, que ocupan el 29% de la extensión de Extremadura, o los pastizales, con el 15% del total. En contraposición se encuentran los humedales y las zonas urbanas, en los que se produce una pérdida neta de carbono, aunque la escasa representación de los mismos hace que estas pérdidas sean poco significativas. Dentro de la estrategia contra el cambio climático, se establece como uno de los ejes principales el fomento de la captación de carbono por estos sumideros naturales, y además se va a articular un inventario que se actualizará cada año.