Éxodo juvenil. Una de las heridas de Extremadura que no termina de curarse y que sigue sangrando. Los datos oficiales lo vuelven a evidenciar. 2018 cerró con una nueva pérdida: casi 4.200 personas menos de entre 20 y 29 años. ¿El principal motivo? Otra vez la emigración laboral. A otras comunidades, como Madrid; o a otros países, entre ellos Francia y Alemania.

El descenso en la curva demográfica no es nuevo, de hecho, se ha convertido en una constante. La huida desde 2013 suma casi 20.000 veinteañeros. Materia prima que se escapa.

La estadística dice que casi el 60% de los habitantes que se han perdido en 2018 han sido precisamente esos jóvenes de entre 20 y 29 años. Actualmente la población en Extremadura es de 1.072.863 personas (según los datos definitivos del Instituto Nacional de Estadística).

FUTURO COMPLEJO / Y, como consecuencia, un futuro que se prevé complejo si no se aplican políticas acertadas que permitan un cambio de dirección. Tal y como explican los sociólogos, si se van los jóvenes que empiezan a trabajar, a asentarte y a formar una familia, el índice de natalidad en Extremadura difícilmente se recuperará. La pescadilla que se muerde la cola.

Pero, por ahora, las oportunidades, cuando las hay, que ofrece el mercado extremeño (sin apenas tejido industrial, el sector que permite sueldos dignos y estables) no resultan nada atractivas. La prueba, de nuevo, está en las últimas cifras, que hablan por sí solas.

En el otro extremo demográfico, los habitantes mayores de 65 años, que en el último año han crecido en casi 1.300. Otra tendencia que se repite.

El resultado es una sociedad cada vez más envejecida, una comunidad que pierde vida y que tiene medio centenar de pueblos en peligro de extinción.

Y la contibución a un sistema económico en el aire con menos cotizantes a la Seguridad Social y con las pensiones siempre amenazadas.