«El impacto científico, tecnológico, energético y social de su trabajo contribuirá a frenar el cambio climático». Es uno de los argumentos del jurado que ha distinguido a la investigadora cacereña María Escudero Escribano con el Premio de la Fundación Princesa de Girona (ex aequo con Guillermo Mínguez), el máximo reconocimiento para jóvenes investigadores en España. No es el primer galardón por su trabajo (en sus cinco páginas de currículum aparecen más de una decena) ni el de mayor trascendencia internacional. Pero muestra que esta extremeña formada en la Uex es también profeta en su tierra, aunque el trabajo y las limitaciones de la investigación en España hayan llevado su carrera y su vida a miles de kilómetros de distancia.

«Es una pena que los recortes en ciencia e investigación no nos permitan volver a muchos jóvenes investigadores», lamenta desde la Universidad de Stanford, en California, donde se encuentra trabajando ahora. Lleva años viviendo a caballo entre Europa y Estados Unidos, entre el grupo de investigación en California y su puesto (como profesora, desde hace un año) en la Universidad de Copenhague, donde dirige también su propio grupo de investigación. Este le ha reportado además uno de sus últimos logros: la beca Villum Young Investigator, la más prestigiosa para investigadores menores de 40 años en el país.

«Podré contratar a dos investigadores postdoctorales, tres estudiantes de doctorado y comprar varios equipos punteros para mi laboratorio», explica. Todo ello con los 10 millones de coronas (1,34 millones de euros, la cuantía máxima de esta beca), concedidos para llevar adelante durante los próximos 5 años su trabajo «para mejorar la selectividad de nuevas reacciones electroquímicas soñadas, que hasta ahora no han sido posibles de llevar a cabo de manera eficiente», explica sobre el proyecto. Lo que busca es «convertir gases de efecto invernadero en combustibles como metanol» y «sintetizar compuestos químicos de alto valor, como polímeros, de manera sostenible».

Vocación e incertidumbre

El Princesa de Girona y la beca Villum Young Investigator son las últimas líneas de un currículum que da vértigo y tras el que hay «años de muchísimo esfuerzo, trabajo sin descanso y mucha dedicación», dice la investigadora. No en vano, con 33 años consiguió una plaza permanente de profesora de universidad, tiene tres patentes como coinventora, 25 artículos científicos y 736 citas.

«Tenía claro que quería dedicarme a esto, y era consciente de que era una carrera complicadísima. El camino está lleno de periodos de incertidumbre» explica Escudero de su andadura en la investigación. «Pero me considero muy afortunada», reconoce.

Esta joven cacereña investiga con el sueño de «cambiar el modelo energético actual basado en combustibles fósiles por un modelo sostenible». Su campo de trabajo es la electroquímica y busca nuevos materiales (catalizadores) que puedan acelerar las reacciones electroquímicas y permitirnos obtener electricidad de manera limpia, así como producir compuestos químicos y combustibles sostenibles.

«Mi principal objetivo es diseñar y desarrollar mejores catalizadores para reacciones de interés en dispositivos de conversión de energía como las pilas de combustible y los electrolizadores». Los electrolizadores permiten obtener hidrógeno y oxígeno a partir de agua y las pilas de combustible consiguen electricidad a partir de hidrógeno y oxígeno de manera limpia y tienen gran variedad de aplicaciones (vehículos en los que las pilas de combustible sustituyen al motor de combustión, por ejemplo). Pero una de sus mayores limitaciones de estas pilas ahora es que se necesitan grandes cantidades de platino para conseguir la potencia deseada, lo cual encarece esta tecnología. «Mis investigaciones se centran en reducir la cantidad platino y aumentar su actividad optimizando la estructura de los catalizadores de platino», explica.

Todo comenzó en los pasillos de la facultad de Ciencias de la Uex (terminó en 2006 con el premio al mejor expediente de Ingeniería Química). Solicitó, y le concedieron, una beca de iniciación a la investigación en el Instituto de Química Física Rocasolano del CSIC. Fue un mes, en verano, su primer contacto con el mundo de la investigación. «Me fascinó y tuve claro que lo tenía que intentar», detalla. Comenzó allí su tesis doctoral y su director le planteó entonces una estancia en el laboratorio nacional de Argonne, en Chicago (EEUU). «Suponía irme sola, por primera vez, fuera de Europa durante tres meses, pero no lo dudé ni un segundo», reconoce. Aceptó en menos de 24 horas, publicó los resultados de su trabajo allí en Nature Chemistry y consiguió su primer premio a nivel nacional, el Premio SusChem Jóvenes Investigadores Químicos de la Real Sociedad Española de Química.

Tras su Doctorado Europeo, y con una tesis triplemente premiada, llegó su traslado a Dinamarca y más reconocimientos que la han catapultado a la élite de la investigación. Los de mayor impacto internacional, el Premio Joven Químico Europeo (2016), la primera española en conseguirlo; y el premio de la Sociedad Americana de Electroquímica (2018), un premio de enorme repercusión internacional en este campo, con el que además ha roto también un techo de cristal. «Soy la segunda investigadora de una institución europea en recibirlo (la mayoría de los premiados se encuentran en universidades estadounidenses), y la primera mujer», explica esta cacereña, para la que lo más duro es «vivir lejos de mi familia y mis amigos», «Tanto mi única hermana como yo nos fuimos de España por motivos laborales, ella se estableció en Londres y yo en Copenhague, así que siempre estamos intentando pasar tiempo todos juntos». «Echo de menos muchas cosas: la cultura, la comida, el trato afable, las terracitas, el clima... en España se puede vivir muy bien». Pero sigue siendo complicado investigar y no porque falte talento.