No se acostumbra al frío ni a la oscuridad de los inviernos en Alemania aunque lleva ya cinco años viviendo allí. Justo el tiempo que hace que Manuel Pimienta, de Zafra, decidió dejar su trabajo en una industria cárnica de Salvaleón para buscar mejores oportunidades. «Era un trabajo que con veintipocos años estaba bien, pero aspiraba a algo más». Y como buen ingeniero, encontró la oportunidad en Alemania. «Una empresa que buscaba gente en España me puso buenas condiciones y no era necesario saber alemán, así que me marché».

Al poco de llegar a Osnabrück -la cuarta ciudad más grande del país-, Manuel además de estrenar un nuevo trabajo encontró también su propia familia. Conoció a Agustina y está esperando la llegada al mundo de su segunda hija que, como la primera, también será alemana.

Y es a esa tierra fría y oscura, a la que Manuel y Agustina intentan hacer un poco más cálida y acogedora ayudando a los refugiados asentados en ese país. Lo hacen a través de la escuela de idiomas online que abrieron el pasado mayo. Se llama eDafes -https://edafes.com/- y se ha convertido en sí misma en un refugio para una veintena de inmigrantes. «Mi mujer es profesora de alemán y español, y pensamos en montar una academia online porque a mí me vino muy bien para aprender cuando llegué, me resultó muy cómoda esa forma de aprendizaje. Así que empezamos a darle vueltas al proyecto, pero no queríamos montar un empresa sin más, queríamos aportar algo más, ayudar a la sociedad en la que vivimos y pensamos en los refugiados. Son personas que necesitan que alguien les ayude y les explique cómo es la sociedad alemana, que no es nada fácil».

Así nació el Proyecto 5+5, una iniciativa solidaria puesta en marcha a través de la academia eDafes unos dos meses después de arrancar la empresa. Consiste en que cada alumno dona cinco minutos de su tiempo de clase a los que la academia suma otros cinco minutos gratis más. De esta forma por cada hora que imparten se generan 10 minutos de otra clase de alemán que la academia ofrece de forma altruista a los refugiados.

Una veintena de alumnos

«Tenemos dos grupos, un A1 y un B1, con diez personas cada uno; hemos fijado ese límite porque si reunimos a 40 personas al final no aprenden nada. Con esto contribuimos a que esta gente pueda integrarse un poco más en la sociedad alemana y ellos están encantados. Porque son personas que vienen solas, sin familia y cualquiera que les ayude un poco, al menos a entender dónde viven, lo agradecen muchísimo. Cuando acaba una clase ya están deseando de ir a la siguiente. Es un gusto», explica el extremeño de 34 años.

Las clases para ellos no son online, sino presenciales. «Hasta ahora las impartimos en la cafetería Mandela, un lugar que ellos frecuentan habitualmente, pero estamos a la espera de que nos cedan algún espacio, bien una sala de la biblioteca pública o de Cáritas».

Manuel se encarga de la administración y la gestión de la academia. Ayuda en todo lo que puede porque él sigue trabajando en el departamento de calidad de la industria cárnica que le fichó hace cinco años, mientras que Agustina, que es profesora, imparte las clases. Antes de comenzar con eDafes, ella trabajaba en una academia que el Estado sufraga para que los refugiados reciban clases de alemán, pero estas no llegan a todos. Por eso decidió extender, de esta forma, la iniciativa del país.

Su pasado también tiene mucho que ver también con la filosofía del proyecto social que realizan juntos. Su familia, como ahora hacen los cientos de refugiados -sirios pero también africanos principalmente- que viven en Alemania, tuvo que emigrar un día de ese país huyendo del horror. «Antes de que estallara la Segunda Guerra Mundial, los abuelos de Agustina se montaron en un barco y aparecieron en Argentina como podrían haber aparecido en cualquier otro lugar del planeta». Allí hicieron su vida desde entonces y allí nació la profesora, aunque ella siempre ha tenido un vínculo especial con el país de sus antepasados. Estudió Filología Alemana y desde Argentina se marchó a Alemania para disfrutar de una beca de intercambio durante un año. Fue en esa época cuando conoció al extremeño y decidieron asentarse en el país.

Y tres generaciones después, ha vuelto a nacer un miembro de esta familia en la tierra originaria. Es la hija de dos años que tienen Manuel y Agustina, y la que viene de camino también nacerá con la nacionalidad alemana. «Te das cuenta como toda una vida vuelve al punto de partida. Y todo se repite. Gente huyendo de una guerra, de la represión, que se planta en un país totalmente desconocido con lo puesto. Habiendo vivido eso en tu propia familia es obligado mirar atrás y echar una mano a quienes hoy necesitan un poco de ayuda».

Recursos para los refugiados

En Alemania lo hacen: «Este es uno de los países que mejor trata a los refugiados. Además de clases, el Estado les facilita un piso compartido y algo de dinero para gastos, pero no es todo tan bonito como lo pintan. Aquí hay gente que piensa un poco de todo, los hay que creen que los refugiados son un problema y los margina, pero en general creo que son más las personas a favor de ayudarles». Y Manuel y Agustina tiene claro de qué lado están. «El cariño que recibimos de ellos y saber que contribuimos a mejorar un poco la sociedad en que vivimos es una gran satisfacción».

Y seguirán haciéndolo mientras vivan en Alemania porque ellos no olvidan sus raíces. No dejan de visitar Argentina, donde continúa residiendo la mayor parte de la familia de Agustina, pero tampoco desatienden Zafra, donde está la de Manuel. «Vamos siempre que podemos; si tenemos vacaciones largas cruzamos el charco y si disponemos de pocos días nos vamos a Extremadura. Nos encanta. Uno no debe olvidar nunca sus raíces».