Hace unos días en Hong Kong se subastaron en Sotheby's vinos de las bodegas del restaurante El Bulli de Ferrá Adriá , así como utensilios de cocina de dicho restaurante llegándose a conseguir unos 1,82 millones de dólares durante una cena en la que se llegó a pagar hasta 23.000 dólares.

Se puede pensar si esto es cocina o gastronomía, o bien es una situación de marketing. Ahora bien, este hecho como otros tanto que suceden alrededor de lo que se ha venido en llamar la cocina moderna, se produce porque existe un grupo social, más o menos amplio, que le interesa más la cocina como expresión de una mal entendida modernidad que como la verdadera cocina de un grupo social.

En cuanto a lo que ha sucedido con la subasta de los utensilios del restaurante el Bulli puede ser considerado como un acto de fetichismo. La consecución de una cubertería, una olla o una sartén de dicho restaurante pueden ser consideradas por un coleccionista. No obstante, en la mayoría de los casos tales enseres se convertirán en fetiches coquinarios al margen de cualquier utilidad.

XTAMPOCOx los detractores de la cocina moderna pueden decir, que esto solo pasa con el esnobismo culinario de estos tiempos, puesto que tales hechos también han sucedido con las cocinas que se practicaba en los siglos XVII y XIX, aunque es verdad que en menor medida, puesto que la cocina ha sido siempre un escaparate social. Las sofisticaciones afrancesadas de la cocina cortesana, así como en la alta burguesía española decimonónica han sido evidentes tan como sucede en la actualidad.

La cocina, al ser una expresión social y cultural inherente al hombre, lo retrata tal y como es, sin cambalaches ni engaños. De ahí, que podamos conocer a un individuo por la manera en que come y por sus gustos gastronómicos. El tiquismiquis en la comida también lo es en demás cosas de su vida, por el contrario, el que no pone barreras a su forma de comer tampoco las pone para el resto de las situaciones de su vida.

El bonachón con la comida es también bonachón en su vida diaria. Así, el que practica el fetichismo gastronómico también lo hace con el resto de su vida. Pero esto no es cocina, es solo cambalache, negocio, trueque, permuta, canje, ganga, oportunidad, lucro, especulación, jugada, trato, todo menos gastronomía y aún menos comportamiento alimentario de una sociedad.

Posiblemente los modernistas e innovadores nos digan que andamos gagá o que no entendemos la cocina moderna. Pero lo que no entendamos sea la cocina como marketing, puesto que se debe entender como la actitud más intima de la naturaleza humana y como tal se ha de expresar, desnuda y desprovista de tanta alharaca bulliniana.