Es la séptima generación de agricultores y ganaderos de su familia en Villarta de los Montes. A Fidela Dorado le "nacieron los dientes" entre labores agrícolas, al casarse se instaló en Madrid y en los años 80 decidió continuar con la tradición familiar. En 1989 se puso al frente de una explotación de siete hectáreas que había heredado de sus padres y a la que, con los años, ha ido sumando fincas. Ahora ronda las 35 hectáreas entre cultivos de secano, regadío y cabezas de ganado ---ha llegado a manejar más de 200 ovejas--, y gestiona una casa rural en el pueblo. Cuando comenzó necesitaba la firma de su marido para todo, "así que monté una sociedad para poder hacer yo todas las gestiones", dice, "nunca me he achantado ante nada", asegura esta extremeña, una de las primeras titulares de una empresa agrícola. Y no fue fácil. Muchos hombres la miraban con desconfianza. "Si yo proponía algo lo rechazaban", recuerda. Entre las mujeres tampoco le iba mejor: "me recriminaban por trabajar demasiado", dice esta mujer que se considera tanto "de campo como de empresa" y que asegura que "siempre" ha reivindicado un reconocimiento al trabajo de la mujer. "La mujer ha trabajado siempre, en casa y en el campo y solo ahora empieza a estar reconocido", zanja Dorado.