El coronavirus ha puesto patas arriba el turismo, el deporte, la educación, numerosas empresas, los planes del Imserso… Pero existe un sector que depende especialmente de todas estas actividades y que por tanto ha sufrido el impacto de la pandemia por distintos frentes, hasta quedarse prácticamente en la cuneta. Se trata del transporte de viajeros por carretera, que en Extremadura reúne en torno a 300 empresas, muchas con un solo autocar y muy pocas que superan la veintena. Además de llevar dos meses con el freno echado a más del 95% de la flota, tampoco saben cuándo y cómo se retomarán las rutinas de la población. Dan el año prácticamente por pedido y, de ser así, un buen número no podrá resistir.

Sin rutas escolares, sin desplazamientos deportivos de niños o adultos, sin excursiones, sin viajes, sin nada… Hay quien ya ha puesto precio a su autocar para venderlos puesto que un vehículo de estas dimensiones no se puede mantener parado. «Su coste supera los 200.000 € y tienen una vida útil de unos 16 años, solo hay que calcular la cuota mensual, además de seguros, impuestos…», explican Rubén y Andrés Blanco, administradores de Autocares Blanco, empresa cacereña fundada por su abuelo hace casi un siglo, que lleva dos meses con 11 vehículos parados en el polígono cacereño de Las Capellanías. No recuerdan nada igual.

«Un autobús cuesta lo mismo que un restaurante, hablamos de una inversión enorme, de ahí que las cuotas mensuales de leasing no permite tenerlo parado», indica Fernando Vilaplana, de Autocares y Viajes Vilaplana, la mayor empresa de la región, con 45 autocares que operan en Extremadura, Castilla-La Mancha y Andalucía.

Estas dos firmas, por su trayectoria y su tamaño, aguantan de momento contracorriente con la mayoría de sus trabajadores acogidos a ERTE, pero saben que tienen un doble problema. Primero, los dos meses acumulados sin encender motores. Segundo, y peor, aún no existen pautas de futuro para el transporte de viajeros por carretera, una actividad que además depende del ritmo que cojan otros sectores.

Por ello, tanto Rubén, como Andrés y Fernando repiten la palabra «incertidumbre» una veintena de veces al charlar con este diario. Es su gran incógnita y su mayor trastorno. «¿Cuándo vamos a empezar a trabajar realmente? ¿En qué condiciones?», inquiere Rubén Blanco. Y es que todo está parado, tan solo se han mantenido los servicios de traslado de personal a la base militar de Bótoa (Badajoz) y a alguna fotovoltaica actualmente en construcción. Es demasiado poco. Prácticamente la flota extremeña sigue amarrada a las cocheras. «Estamos en el aire, no sabemos nada», rubrica Fernando Vilaplana.

En el peor momento

Y es que el coronavirus ha impactado justo en la temporada más decisiva para estas empresas (la primavera y el verano), de la que depende su facturación anual. «Teníamos la lista de servicios completa hasta julio, habíamos subcontratado 20 autocares más solo para el fin de semana que siguió al inicio del Estado de Alarma, y reforzamos la plantilla además de nuestros 40 empleados habituales. Esta crisis, que nunca debió venir, ha venido en el peor momento», revela Fernando Vilaplana. Tanto este empresario como la familia Blanco reconocen la necesidad de detener la actividad para priorizar siempre la salud, pero saben que el sector no saldrá indemne.

Sobre todo porque la auténtica base del traslado de viajeros es el transporte escolar, que supone el sustento de un 98 % de las empresas de Extremadura. Se trata de la actividad clave, de la principal fuente de ingresos que permite asegurar su mantenimiento mes y mes, y que luego se complementa con otros servicios discrecionales. «Las rutas escolares pararon el 13 de marzo y no sabemos cuándo se retomarán, si el próximo curso se iniciará o no con normalidad, pero es la actividad que da aire al sector», matiza Rubén Blanco.

Respaldo institucional

En este sentido, los empresarios coinciden en señalar la «actitud positiva» de la Junta de Extremadura, institución responsable de los contratos de las rutas escolares, que ha seguido abonándolas hasta el 27 de abril, y que desde esa fecha también estudia pagar una parte aunque no sea íntegra, puesto que no se ha realizado el servicio. Además, ha prorrogado durante nueve meses más los contratos actuales del transporte escolar, que acababan en junio.

Un comportamiento que no ha sido habitual en otras comunidades y que el sector agradece. «Para nosotros supondría además un auténtico salvavidas que esa prórroga se extendiera al próximo curso completo para que pudiéramos hacer cálculos, y si fueran dos años, mucho mejor, dada la situación tan complicada que atravesamos», afirma Fernando Vilaplana. Y es que las empresas del ramo afirman que su futuro depende en gran parte de la implicación de la Administración regional, «porque de lo contrario lo vamos a pasar muy mal», reconoce Rubén Blanco. «Al siguiente concurso del transporte escolar llegarían la mitad de las empresas», calcula Vilaplana.

Y ello por el parón del resto de las actividades que cubren estos autobuses, es decir, el transporte discrecional, y a la duda de cuándo volverá a ser rentable. «Por ejemplo, nosotros llevamos el traslado de diversos equipos de fútbol: Extremadura, Badajoz, Mérida, Villanovense… Está todo parado», dice Fernando Vilaplana. Hasta los niños y jóvenes han suspendido sus desplazamientos deportivos, hasta el Sepad ha frenado las excursiones de sus centros y residencias, hasta el Imserso se ha replegado al completo...

¿Y la playa?

El futuro más inmediato es el verano, que se aproxima con más «incertidumbre» si cabe. «En la fase 1 ya podemos empezar a funcionar, pero lo que faltan son clientes y servicios», admite Andrés Blanco. ¿Habrá excursiones a la playa? ¿Se animarán los ciudadanos? ¿Primará excesivamente el transporte privado frente al autobús? Son las preguntas que asaltan al sector. «Quiero agarrarme a que no sabemos lo que puede pasar para no ponerme en lo peor. Quizás en julio o en agosto, si el dichoso virus frena un poco, la gente salga de vacaciones. Nosotros tenemos nuestra propia agencia y estamos pensando en organizar viajes si la situación y los hoteles lo permiten, cumpliendo siempre las medidas de seguridad», indican desde Autocares Vilaplana.

«Sea como sea, nos tememos una bajada de servicios muy importante respecto a otros veranos, porque vamos de la mano del sector turístico, que está sufriendo una barbaridad. Pero además habrá otra cuestión clave: el aforo permitido dentro del autobús», plantea Rubén Blanco. «De momento no hay ninguna normativa pero sí algunos rumores. Primero se habló de limitar las plazas de cada autocar al 30% y luego al 50%. Hay que mantener las distancias en la medida en que sea sanitariamente aconsejable, pero tenemos que decir que desde el punto de vista empresarial resulta muy complicado hacer rentable un autobús con la mitad de viajeros», agrega Rubén Blanco.

«Estos servicios generan muchos gastos: gasoil, salario del conductor, dietas, seguros…, de modo que una reducción de plazas tan importante obligaría a subir el precio del billete por viajero, y ese sería otro problema más», reflexiona Fernando Vilaplana.

En vista de tanto desconcierto, las empresas confían en que el verano vaya despertando poco a poco al turismo y a otras actividades, «pero sobre todo, que a partir de septiembre podamos empezar a trabajar con ciertas garantías (transporte escolar, traslado de trabajadores, desplazamientos deportivos…), es decir, cubriendo gastos, porque este año no esperamos beneficios», confiesa Andrés Blanco. Los transportistas saben que la normalidad no volverá a los servicios hasta que no llegue una vacuna o un tratamiento efectivo contra el virus. La cuestión es si las pequeñas empresas podrán esperar, y si las que han hecho fuertes inversiones en nuevos vehículos tiene más tiempo.