Por si no fuera ya suficiente impartir y recibir clases mientras se sortea el coronavirus con mascarillas, distancias, geles hidroalcohólicos, termómetros, guías y protocolos varios mientras, además, hay que gestionar también algún que otro caso positivo en covid dentro de las aulas, realizar confinamientos y activar la enseñanza telemática para toda o parte de la clase, llega un nuevo desafío para los centros educativos: combatir el frío. El invierno acecha y va a suponer otro reto para la escuela covid.

«De momento parece que lo vamos tolerando porque todavía no ha hecho frío de verdad, pero llegará diciembre y enero, las temperaturas bajarán mucho más y es un tema que preocupa. Ya veremos cómo lo vamos llevando, pero lo que está claro es que las ventanas hay que abrirlas», cuenta Manuel García, director del colegio público Arias Montano de Badajoz. Las familias de sus alumnos han comprado purificadores con filtros HEPA, que se están convirtiendo en un compañero más en el aula. Hay varios ayuntamientos y ampas que están adquiriendo estos aparatos para sus centros con el fin de ayudar a mejorar la calidad del aire interior e intentar, así, cerrar un poco más las ventanas. «Pero eso no quita para que se deje de ventilar y aunque pongamos la calefacción va a hacer frío», asume García.

Una clase del colegio Arias Montano de Badajoz, con un filtro HEPA. Foto: Santi García

De hecho, en el colegio Sierra de Gredos de Navalmoral de la Mata la calefacción ya está encendida. «Algo se nota, pero con la ventilación poco podemos hacer. Los niños son duros, hay algunas quejas, pero todavía no ha apretado el frío», dice su director, Alfredo Casas. En este cole, el conserje abre a tope todas las ventanas a las 8.30 horas de la mañana. Luego, a medida que llegan los estudiantes se va cerrando la amplitud, «pero siempre están un poco abiertas». Y en los recreos vuelven a estar de par en par. Aquí las familias también están comprando purificadores de aire. «Son una ayuda pero no significa que las ventanas estén cerradas, estarán en todo caso menos abiertas», insiste el director.

La ventilación es la mejor manera de mover los aerosoles que se puedan escapar a través de las mascarillas y que son la principal fuente de contagio del covid-19. Lo dice la ciencia, por eso el Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) ha publicado una guía sobre cómo se deben ventilar las aulas para reducir riesgos. Depende, básicamente, del volumen de la sala, el número y edad de los ocupantes, la actividad que se realice dentro y la incidencia del covid en el entorno, pero de entrada recomienda 5-6 renovaciones de aire por hora.

Un docente junto a sus alumnos abrigados, durante una clase en el IES Pérez Comendador de Plasencia. Foto: Toni Gudiel

Irrenunciable

El protocolo de la Consejería de Educación insiste en que la ventilación es «irrenunciable», a pesar de que permite (no los va a costear) que haya purificadores en los centros y los aconseja especialmente para las aulas sin o con menos ventanas. Pero en lo que insiste el protocolo es en abrigarse más: usar ropa térmica, cortavientos, gorros y doble calcetín si hace falta para que el calor no se vaya por la cabeza ni por los pies. Las familias asumen que toca abrigarse más, aunque muchas se estén rascando el bolsillo para adquirir filtros. «Nos preocupa porque tampoco queremos que nuestros hijos enfermen en clase porque pasen frío», dice Eva Rodríguez, la presidenta de la Federación Regional de Ampas de centros públicos (Freampa). «Sabemos que hay que ventilar, pero no debería ser de forma prolongada, sino en los recreos, entre clase y clase...». Defiende, además, que reducir las ratios y contratar más docentes es otra medida tan efectiva como la ventilación para reducir riesgos. «Y si es necesario comprar filtros, debe ser la consejería y no los padres los que asuman ese coste», dice Rodríguez, que pide a Educación un estudio para ver qué aulas realmente necesitan una ventilación forzada.

En el IES Profesor Hernández Pacheco de Cáceres no lo consideran necesario. «Son especialmente caros y este centro da a dos calles, todas las aulas tienen ventanas y con las puertas abiertas se produce la ventilación suficiente, cumplimos los requisitos», cuenta su director, Felipe Fernández. En este instituto todas las ventanas, como mínimo, están abiertas el ancho de una mano. Ya hay alumnos que han aparecido por el centro con mantas, aunque «todavía no ha hecho mucho frío, veremos cuando llegue enero», dice el director, que asume además que aumentarán las facturas, no solo de calefacción sino también de electricidad. Varios grupos se han trasladado a horario de tarde para evitar la concentración de alumnos y eso hace que el centro esté abierto hasta las nueve de la noche. Han instalado, además, una carpa en la entrada para separar los recreos cuando llueve.

Una clase con ventanas abiertas en el IES Hernández Pacheco de Cáceres. Foto: Francis Villegas

Todo para minimizar riesgos de contagios a la vez que se intenta que las aulas sigan siendo espacios confortables para la enseñanza. «Es un reto complicado. Por mucho que tengamos mascarillas y distancias, la clave está en la ventilación; es lo que está haciendo que no haya más contagios de los que hay», opina María del Socorro Fuentes, directora del Colegio La Asunción de Cáceres.

La «suerte», dice, es que en Extremadura las temperaturas no son demasiados extremas en invierno, «así que intentaremos jugar con las ventanas; ahora las tenemos todo el tiempo abiertas, pero los días más fríos las cerramos un poco durante un rato». En colegios como este que utilizan uniforme, este año se ha permitido acomodarlo a las circunstancias. «Nuestras ropas no son térmicas, así que les dejamos que traigan otra ropa diferente para estar más abrigados». Hasta eso está cambiando el covid en unas aulas que solo a simple vista recuerdan que estamos en pandemia.

Un aula con todas las ventanas abiertas en el colegio La Asunción de Cáceres. Foto: Francis Villegas