«Me vi en el pueblo con 30 años, con niños pequeños, con ganas de incorporarme al mercado laboral y con muy pocas posibilidades de hacerlo con mi formación. O me iba fuera o tenía que buscar opciones». Esa fue la tesitura que llevó a María Antonia Arroyo a poner en pie la cooperativa de trabajo asociado Coexate, junto a otra socia, para gestionar la residencia de mayores de Casas de Don Pedro en el año 2000. Comenzaron tres socias y una trabajadora, y ahora la cooperativa la integran nueve socias y doce trabajadoras, todas mujeres.

María Antonia Arroyo había estudiado Biología, pero no encontraba empleo acorde a su formación y quería mantenerse en el pueblo. Hizo varios cursos a través del ayuntamiento y logró imponerse en la subasta de la residencia de ancianos que acababan de crear. «El técnico de inserción del ayuntamiento siempre nos animó a crear una cooperativa de trabajo y no me arrepiento, porque ha sido la mejor forma de empezar, y también la mejor forma de crecer después», reconoce. Porque al principio («fue duro», recuerda) las seis manos que iniciaron el proyecto hacían todo (limpieza, cocina, curas, cuidados, citas médicas, gestión e incluso la atención en el bar del hogar del mayor...). Pero a medida que crecieron los usuarios, fue creciendo la cooperativa con nuevas socias. Empezaron con siete usuarios y ahora atienden a 32.

De trabajador a socio

Pablo Santano también tuvo siempre claro que la forma de poner en marcha su idea era a través de una cooperativa de trabajo asociado. Antes de estar al frente de la empresa de ocio Naturex, junto a otros dos socios, Santano fue un trabajador de esa misma firma. «Había un socio capitalista y tres trabajadores que era quienes desarrollábamos el trabajo», recuerda. Pero la experiencia fue mala para todos y al final dos de los trabajadores plantearon al socio capitalista que se desvinculara del proyecto (a cambio de un acuerdo económico) «porque entendíamos que para poder desarrollarlo había que hacer las cosas de otra manera», explica Santano, uno de los que dio el paso.

Así comenzaron a introducir cambios como trabajar para desestacionalizar la actividad, muy centrada hasta entonces en las actividades de aventura en el parque de Hornachos en la primavera y que ahora están ampliando con alojamientos rurales (los únicos que hay en el pueblo), un restaurante y campamentos… «La cooperativa nos ha dado mucha más flexibilidad para gestionar la actividad de la sociedad, compartir la carga y las decisiones, y no arriesgas tu capital» dice Santano. Y esto último era esencial para todos ellos porque «todos veníamos de la precariedad, de trabajar en establecimientos de comida rápida o en empleos temporales. No habíamos tenido estabilidad y comenzamos en precario. Pero teníamos claro que era la mejor forma de empezar, que todos tuviéramos las mismas cargas y pudiéramos ir creciendo poco a poco», dice. Así han llegado, de momento a estar cuatro cooperativistas y de siete a ocho trabajadores durante la temporada».