El futuro del sector de la fruta es incierto. La gente del campo convive a diario con la provisionalidad, por eso de que la climatología puede echar a perder en un instante el trabajo de varios meses; pero ahora el problema tiene más aristas y parece que pocas vías de solución o consenso por el momento. Y la consecuencia es que ya empieza a tomar forma la idea de sustituir frutales por otros cultivos (principalmente olivar y almendros) que pueden resultar más rentables, menos costosos y también más seguros; porque más allá de que la subida del salario mínimo (fijado por ley y por tanto de obligado cumplimiento) puede suponer la puntilla para el sector, en el campo apuntan a otros problemas que han ido debilitando la situación de los fruticultores, entre ellos el desplome de los precios, los incumplimientos de las centrales con los contratos de las producciones y el continuo aumento de los costes: cada vez es más caro producir la fruta, pero el precio al que venden los agricultores no hace más que bajar. De hecho, hace unos meses ya se empezó a hablar de arrancar frutales de hueso por la complicada situación en el sector.

La estimación de la Asociación de Fruticultores de Extremadura (Afruex) es que en la campaña en curso se perderá un 20% de las 25.000 hectárea de frutales que hay ahora en la región y que en la misma proporción desaparecerá la mano de obra que genera ahora mismo este sector: se destruirán unos 10.000 de los 40.000 empleos que genera el cultivo de frutales. Es la estimación de la organización que aglutina al 90% del sector de la fruta en la en Extremadura y especialmente a las principales centrales de compra, que atribuye principalmente el problema a las condiciones del salario del campo y, en especial, al incremento de los costes salariales derivados de la aplicación del laudo del campo (el arbitraje que fijó la aplicación en el sector del real decreto en vigor desde enero por el que se subía el salario mínimo interprofesional).

El caso andaluz

«No es una subida del salario mínimo sin más, es la subida del salario en el campo y las condiciones que marca el convenio que hay en el campo en Extremadura, en cuanto a los descansos las horas totales… Lo que está pasando en Extremadura ya pasó en Sevilla hace unos años y hoy queda un 30% del sector de la fruta que había allí», afirma Miguel Ángel Gómez, director gerente de Afruex. De hecho el colectivo ha contratado a un despacho de abogados para llevar ante la justicia la composición de la mesa negociadora del convenio (junto a los sindicatos están como las organizaciones profesionales Apag Extremadura Asaja, UPA-UCE, Asaja Cáceres y COAG) y quieren también «tumbar» las condiciones del convenio del campo, que ahora mismo se está negociando. Lo que defienden es que la subida del salario mínimo con las condiciones del convenio convierten a Extremadura «en una de las regiones con mayores costes salariales en el sector», lo que se traduce en una «pérdida de competitividad» y a largo plazo en la sustitución de otros cultivos por otros que requieren menos mano de obra.

Desde que se inició la negociación de las tablas salariales y especialmente desde que se aprobó el laudo que fijó en 46,34 euros brutos el jornal en el campo, el choque de Afruex con las opas del campo ha sido total, hasta el punto de plantearse exigir por la vía judicial formar parte de la mesa negociadora «porque no nos sentimos representados y queremos tomar cartas en el asunto», señalan.

Caída de los precios

Mientras tanto, el sector lleva varios años denunciando algunos problemas en los precios y ya al principio de la temporada se habló de arrancar algunas variedades de frutales de hueso por ese motivo. La cuestión es que los precios que reciben los agricultores por sus producciones «son una ruina», señalan desde el sector. Y hay otros problemas, especialmente en el caso de las explotaciones más pequeñas: los costes de producción se han incrementado en los últimos años por distintos factores y la subida del salario mínimo es un problema añadido.

La subida del salario es un problema, pero «el verdadero problema» en todo esto es que el precio que recibe el agricultor en las centrales está muy por debajo de esos costes, indican. El ejemplo que ponen es que para que un agricultor pudiera cobrar un precio justo, la central debería vender a su vez a 1,30 el kilo de fruta y no a 0,80 céntimos como hace ahora. Y junto a eso: que no se cumplen con las contrataciones y los agricultores acaban entregando la producción a ciegas y sin saber cuánto ni cuándo cobrarán. «No podemos estar vendiendo siempre a pérdidas. Y al final, hoy es el precio de la mano de obra, y el gasoil.