A las dos medallas olímpicas de oro, cinco de plata y dos de bronce, se sumó anoche la de Extremadura, que Enrique Floriano recibió de manos del presidente extremeño, José Antonio Monago. Una medalla más, pero única, que agradeció a la gente e instituciones que le han apoyado en 24 años de carrera deportiva, "demostrando que el deporte y la vida están más lejos que la política", y que dedicó a todos los deportistas, con discapacidad o no, a su mujer que le dio el mejor consejo para brillar: "perseguir un idea y esforzarse para conseguirla sin mirar atrás", a sus hermanos y a su club de fans, sus padres, "que me abrazan en el triunfo y en la derrota", sentenció haciendo llorar a sus progenitores. El medallista también quiso acordarse de su otra familia, la ONCE, merecedora del Premio Príncipe de Asturias de la Concordia, del Club de Natación de Badajoz y reivindicó el orgullo de ser extremeño.