TEtn el mundo del grafiti, como en muchos otros campos, existen categorías. Pero hay quien no las discierne y juzga al todo por la parte, ensuciando la reputación de quienes no lo merecen y aliviando a los que habrían de soportar un juicio más severo.

Entre los aficionados a la pintura con spray, hay quienes manchan y quienes embellecen. No todo el que pinta en los muros es un vándalo, pero tampoco todo el que lo hace es un artista. Es decir, que hay categorías entre el comando del bote de pintura con difusor.

Esta semana podíamos encontrar, dando un vistazo a la prensa, claros ejemplos de dos de las grandes categorías que podrían establecerse en el mundo de la pintura con spray.

El pasado martes, Carlos Ortiz traía a estas páginas la figura de Gemma Granados , artista --tristemente, fallecida-- que utilizaba el grafiti como medio de expresión. La artista cacereña plasmaba sus obras en los muros. Exponía en la galería de la calle, y no cobraba entrada al público por mirar una realidad fabricada con una mezcla de inspiración y trabajo, talento, constancia y paciencia. Fijaba su estudio sobre el asfalto o en las aceras, y dejaba su huella en un muro, en una pared, pero sin ensuciar el patrimonio histórico ni invadir la propiedad privada.

XLO CONTRARIOx a eso es lo que hizo un joven chino hace unos días, cuando pintó sobre la pared de un templo egipcio, con 3500 años de historia, "Din Jihao estuvo aquí". Aunque no hay que buscar en Egipto para encontrar este tipo de muestras de gamberrismo pinturero, porque en nuestros pueblos y ciudades hay muchos jóvenes como este adolescente chino que manchó un retazo de la Historia para decir que había estado allí. Jóvenes, y no tan jóvenes, que atentan contra el patrimonio histórico y pringan las fachadas y muros de los demás para dejar una firma, una inscripción sin sentido estético ni literario o cuatro rayajos para representar la anatomía humana con bastante poco gusto y talento.

Que nadie se equivoque, por tanto, que en el universo del grafiti hay de todo, que la realidad de los pintores de muros no admite generalizaciones, porque en el mundillo de los sprays de colores lo mismo te encuentras a un grafitero auténtico, que embellece el paisaje urbano con su creatividad, que a un grafitonto, que lo ensucia todo con su egoísmo, falta de educación y egocentrismo.

A los primeros, a los grafiteros, habría que agradecerles que regalen sus obras a pueblos y ciudades, poniéndolas en exposición pública. A los últimos, a los grafitontos, habría que pasarles la factura con los ingentes costes en limpieza que generan sus fechorías. A cada cual lo suyo, porque la generalización, ya se sabe, casi siempre conduce al error.