Tardes como la vivida ayer en Valencia son de las que crean afición. A plaza casi llena, en un mano a mano dos toreros compitieron en todo durante una tarde que marca para bien esta temporada que está en sus inicios. Allí estaba un gran torero, como es Alejandro Talavante, figura consagrada pero todavía muy joven --tiene 28 años--, y Andrés Roca Rey --de 19 años--. El uno que pronto cumplirá diez años como matador de toros. El otro recién alternativado. La madurez y el cuajo, frente a la ambición y una forma muy especial de conectar con los tendidos.

Alejandro Talavante está para hacer kilómetros tras él. Su tauromaquia, de clásico concepto, está imbuida de torería y una muy fecunda imaginación. De mucha verdad, porque se pasa muy cerca los toros. Así también lo hace Roca Rey, que es un torero ecléctico, pues alterna el toreo clásico en redondo, con otro sorpresivo, abundado los pases cambiados por la espalda y los circulares. A veces cosiendo los muletazos, no rematándolos. Pero dueño de un valor paradigmático y una personalidad innegable. Con una técnica impropia de quien lleva poco tiempo ante el toro.

Se enfrentaron a una exigente y complicada corrida de los dos hierros de Victoriano del Rio, mansa pero con mucho que torear. Mejor el lote del peruano, de ahí que no le pudiera acompañar nuestro paisano en la salida a hombros.

Era un precioso castaño el primero de Talavante, de generoso cuello. Metió bien la cara en las verónicas de recibo pero se acostaba por el pitón izquierdo. Pelea de bravo en el caballo que luego no confirmó, pues en la muleta tenía mejor principio --galopaba cuando el torero le daba sitio--, que final del muletazo porque derrotaba. Faena importante, de más mérito que lucimiento, iniciada con el cartucho de pescao en los medios. Firmeza, colocación y ajuste, tres aditamentos de un Talavante que lo dio todo.

Al tercero, ya de salida, le costaba ir hacia delante. Confirmó su condición de manso en el caballo y al esperar en banderillas. Toro áspero en la muleta, al que consintió Talavante al cruzarse en el cite. Tanda meritísima al natural, más porque el burraco, aunque se movía, lo hacía sin clase, sin acabar de colocar la cara. En la corta distancia al final, el torero hizo un gran esfuerzo. Mal Talavante con la espada.

Cuando saltó al ruedo el quinto, Roca Rey ya tenía la puerta grande abierta. Era ese toro un castaño chorreado en verdugo, acucharado de cuerna. Metía bien la cara en el capote de Talavante y le llevó al caballo mediante un vistoso galleo por chicuelinas. Emotivo inicio de faena en redondo de rodillas. Fue una obra en la que los mejores momentos se alcanzaron por el pitón derecho, pues por el izquierdo era un animal de bruta embestida. Talavante en sazón, pues hacía un toreo en el que primaba la verticalidad, el reposo y la enjundia al correr la mano. Oreja a ley.

Manso con genio resultó el primero de Roca Rey, que no se empleó en los dos primeros tercios. Esa mansedumbre encastada hacía que hubiera transmisión en su embestida, como en el inicio de faena en los medios. Aquel estatuario ante un toro sin definir, después exigente, daba cuenta de un valor descarnado. Series del joven diestro de mano baja y aguante sin una vacilación antes de que el de Victoriano del Río se rajara. Al final, inteligente respetando la querencia de tablas al llevarle al amparo de ellas. Saludó.

Manseó también el cuarto pero tenía un buen fondo que Roca Rey supo que encontrar. Lo hizo tras ese inició de faena, tan emotivo como vulgar, que son los pases cambiados por la espalda en los medios. Lo que pasa es que este torero se pasa muy cerca los toros y hace que bramen los tendidos. Serie en redondo con muletazos cosidos, para subir de tono su trasteo en lo que fueron unos naturales mandones. Faena larga, al final con cambiados junto a tablas. Dos orejas.

Ante el sexto dio cuenta con el capote de ese toreo ecléctico cuando alternó dos verónicas, con dos gaoneras, una saltillera y la media. Inicio de faena con las dos rodillas en tierra, avanzando hacia los medios, y en redondo, de la misma guisa, en el tercio. Rajado el animal aunque metía bien la cara. Muletazos cosidos con la diestra, algo que deseamos que no se imponga, pues el pase tiene que rematarse. Pero comunión con el público. Eso sí, Roca Rey dio toda una lección de como hay que matar los toros, pues a los tres los mató de grandes estocadas, en las que marcó a la perfección los tiempos.

Ayer, el que está defendió el sitio que ocupa en el toreo. Y el que quiere llegar, dio cuenta de sus virtudes y de que es un torero que va a ocupar un puesto señero.