Trabajan todos los días y están pendiente de sus instalaciones las 24 horas, sea de día o de noche, porque un viento, una tormenta o un corte de luz pueden dañar su producción: pollos. Eso sin contar posibles enfermedades que, sin afectar nunca a las personas, pueden llevarlos a la ruina porque los animales dejen de comer o pierdan la pluma. Sin embargo, todos estos riesgos están asumidos y controlados por los granjeros. Lo que no pueden controlar es que una falsa alarma baje el consumo un 50%, como ha ocurrido desde que se habla de la crisis aviaria, en los últimos 20 días.

José López Silva tiene una granja con 14.000 pollos broile en una nave de 1.200 metros cuadros dentro de una parcela de 5 hectáreas de olivos y con todas las medidas de seguridad necesarias para mantener su explotación, que lleva él solo todo el año, excepto cuando tiene que cargar los animales para llevarlos al matadero de Oliva, con el que trabaja en "una integración; ellos te proporcionan el pollo recién nacido y el pienso y te compran la producción", explicó.

Esta granja, como todas, no puede tener gallinas ni otras aves alrededor y si hubiera otra explotación "tendría que estar a 500 metros al menos". La nave está completamente cerrada porque los pollos tienen 5 días, con las ventanas cubiertas y con malla metálica para evitar que entre cualquier ave. "Para ahorrar en mantenimiento y energía, y lograr un ambiente más cálido" se divide por separadores que se van abriendo para ampliar la superficie conforme crecen los pollos, hasta ocupar el 100% cuando crecen.

Alimentación

López controla la alimentación y el agua a través de un silos y conductores que los llevan a bebederos y comederos que se pueden subir y bajar conforme se amplía el espacio, de forma que nadie toca nada; pasan del camión a los silos y de éstos a los comederos.

En la nave no entra nadie "para evitar posibles contagios"; sólo los veterinarios "con bolsas en los pies, guantes y mascarillas". Estos acuden todas las semanas a inspeccionar y a hacer controles de los animales y de las instalaciones.

Las granjas sacan cinco camadas al año, de 50 días cada una y una dos semanas de separación, que llaman vacío sanitario , "para limpiar, lavar y desinfectar todo, suelo, techo, parades encaladas y aparatos", explicó López.

Una camada cuesta 24.000 o 30.000 euros y el pienso que consumen asciende a unos 4.000 kilos por día, a razón de 180 gramos por animal, por lo que cuando ocurre, como ahora, que debido a la crisis aviaria se retrae el consumo, ellos tienen que seguir alimentando a los pollos el tiempo que necesite el matadero para acabar con el stock , "y eso supone que si tienes que alimentar los pollos 70 días en vez de 50, pierdas dinero, porque ya no es rentable".

Medidas

José López y otros productores vecinos afirman que "si de verdad llegara algún día la crisis a España, el último lugar donde entraría el virus sería en las granjas, porque son los lugares más protegidos y cuidados que hay, porque nos interesa a nosotros además, porque podemos perderlo todo".

Por ello, éste y los demás granjeros están pendientes de su explotación las 24 horas, para controlar la temperatura, la ventilación, la humedad, la luz, de si los pollos tosen, si tienen la cresta caída, si están repartidos por toda la superficie o agolpados junto a las paredes, porque cualquier factor puede afectarles. De hecho, asegura López que "si realmente el problema fuera una fiebre del pollo y no aviaria, el problema se resolvería enseguida, matando a todos los animales".

Como ésta hay otras granjas en la zona, algunas completamente informatizadas, cuyo coste se eleva casi al doble, pero que se gestionan desde un ordenador que se encarga de mantener o establecer todos los parámetros antes indicados de forma automática.

En la actualidad, además de notarse en el consumo, la alarma por la crisis aviaria se nota en la baja de precios, mucho mayor que en otros años, que suele caer a final del verano. De ahí la inquietud del sector, que pide a las administraciones que acaben con la alarma social injustificada, que transmitan tranquilidad porque "tenemos las instalaciones más seguras, limpias y cuidadas que pueda haber". José López afirmó que "puede decirlo porque es cierto, el riesgo es mínimo, la seguridad es total, por interés propio además, y lo de comer pollo o huevo crudo, ¿quién lo hace?".