La sacristía del Monasterio de Guadalupe ha recuperado una de sus obras maestras que ha devuelto otra vitalidad estival a la sala de culto. La denominada popularmente Capilla Sixtina extremeña por la belleza y el patrimonio cultural que aloja, ya se viste de gala con la recuperación de todas las virtudes técnicas y artísticas del cuadro de Zurbarán en el que se muestra a Fray Martín de Vizcaya, portero del monasterio, repartiendo bollos de pan a los más pobres dando caridad y ejemplo de limosna.

Así pues, el lienzo, pintado en Sevilla en el siglo XVII, brillará en la suntuosa pinacoteca de la sacristía de Guadalupe, tras finalizar su proceso de restauración llevada a cabo por el Ministerio de Cultura a través del Instituto de Patrimonio Cultural, a raíz de la voracidad de las termitas que fueron degradando la obra y obligaron a rehabilitarla.

Conjunto artístico

Dentro de las paredes de la sacristía, edificada entre 1636 y 1645, se halla el único conjunto del artista extremeño Francisco de Zurbarán (Fuente de Cantos,1958-Madrid,1664) conservado in situ , que desarrolla temas de la crónica y cotidianeidad de la orden de los Jerónimos. Cada uno de los ocho padres representados por el pintor ilustran, a modo de sermón plástico barroco, los ocho principios que todo aspirante a monje necesitaba cultivar para conseguir el perfecto cumplimiento y seguimiento de la norma jerónima. Zurbarán demuestra aquí sus grandes cualidades para representar las telas, el mimbre del cesto y la superficie del pan, en un alarde de su excelsa capacidad para reproducir la escenificación de naturalezas muertas.

La armonía arquitectónica que desprende la sacristía por su planta rectangular está dividida en cinco bóvedas de medio punto, cuyos arcos se sostienen sobre pilastras de orden toscano. Sus muros y bóvedas cobijan los decorados de pinturas barrocas, elaboradas para el temple por Manuel Ruiz y Fr. Juan de la Peña. En los cinco tramos de la bóveda de cañón, cinco cuadros evocan escenas características de la vida de San Jerónimo y sobre los arcos interiores de las dos portadas, se vislumbran los escudos del santuario y de la Orden Jerónima. En la ornamentación general de la estancia se observan guirnaldas de flores, frutas de suaves tintas, motivos de fauna, rostros humanos, figuras aladas como ángeles o hipógrifos, además de recuadros y otras figuras, pintadas en suaves y vivos colores, dando lugar a una colección digna de contemplación.