Los retrasos y vacilaciones en la aplicación del compromiso que se firmó en 1999 en Bolonia han lastrado su puesta en marcha. Nunca se ha explicado bien porque se ha apostado por una estructura de títulos de grado de 4 años de duración teórica cuando en la gran mayoría de los países las carreras de grado son de 3 y se trata de promover la movilidad de estudiantes. La revuelta estudiantil de las últimas semanas ha tenido una única virtud: provocar la autocrítica sobre la conducción del proceso.