"Desde el punto de vista ambiental, el principal problema de la dehesa es la fosilización, el envejecimiento del arbolado", afirma Felipe Leco, profesor de Geografía Humana de la Universidad de Extremadura y autor de diversos trabajos e investigaciones sobre este ecosistema. Leco señala, además, que "las comarcas extremeñas con más superficie de dehesa coinciden con las más despobladas y envejecidas", lo que también facilita que pierda terreno en favor del bosque mediterráneo cerrado.

En su opinión, para salvaguardar estos espacios habría que poner en marcha unas políticas de forestación adecuadas --hasta ahora, considera que han sido "insuficientes"--, además de establecer un máximo de animales para cada dehesa "en función de su productividad herbácea o de bellota". "Con la crisis del sector, algunos ganaderos, para conseguir que sus explotaciones sigan siendo viables económicamente, aumentan las cargas ganaderas", explica este experto.

A su juicio, la dehesa es "un ecosistema suficientemente fuerte para resistir estos envites" aunque, puntualiza, "si el hombre le echa una mano, mejor".