"Estamos en una situación totalmente imposible, estamos acabados". Es la única sensación que Benjamín López, de la cooperativa Caval, en Valdelacalzada, lleva sintiendo durante algunos meses. Lleva toda la vida dedicándose a la agricultura, pasión que ha heredado, junto con su nombre, su hijo mayor. Y entre los dos, como pueden, están manteniendo las 40 hectáreas de tierra que cultivan.

Dentro de poco comenzará la campaña de ciruelas de este año, y Benjamín no tiene dinero ni para pagar la mano de obra, ni para mantener la maquinaria, ni para comprar abonos. Ni siquiera le llega para comer. Tampoco puede acudir al banco a pedir créditos, porque al ser socio de Caval, se los niegan automáticamente. Durante todo el invierno, él y su hijo se han encargado de la poda de los ciruelos, pero saben que solos no podrán con la campaña. "Espero que esto se solucione pronto, porque si no, no se qué vamos a hacer", afirma. El es uno de los miembros de la junta rectora de Caval, pero no participa en las negociaciones con los bancos y casi no tiene información al respecto.

La familia lleva ya casi dos años viviendo "con la ayuda de un tío jubilado", porque no perciben ningún tipo de ingresos. "Este año nos ha pagado 19.000 euros correspondientes a la letra de la compra de las tierras y de un nuevo tractor que ahora pienso vender para poder llenar el depósito de otro más viejo", comenta. Pero no es a lo único que han tenido que renunciar. Porque Benjamín también ha tenido que desprenderse de sus perros para poder comer. "Fue muy triste, porque llevaba mucho tiempo con ellos".