Elena Salvatierra es veterinaria de campo y trabaja en las campañas de saneamiento animal en la zona de Coria. Su trabajo es esencial y por tanto se ha mantenido durante todo el estado de alarma. Chema Retortillo tiene una tienda de moda en Cáceres con otro socio. La familia la completan Elena (7 años) y Mateo (2). «Hasta hace dos semanas no hemos tenido problema, porque la tienda estaba cerrada por el estdo de alarma y yo podía ocuparme de los niños», dice el padre. Pero con el inicio de la desescalada y la apertura progresiva del pequeño comercio, la conciliación se ha complicado. «El colegio y la guardería era lo que nos permitía compatibilizar nuestros trabajos y la atención a nuestros hijos», cuenta la madre. Su jornada laboral se concentra en horario de mañana, así que habitualmente era él quien llevaba a los niños al colegio antes de abrir la tienda y los recogía tras cerrar su negocio. Por la tarde era ella quien se ocupaba de los niños mientras él trabajaba.

Pero con los niños en casa y con los abuelos a más de cien kilómetros la única alternativa que han encontrado para poder conciliar es que Chema solo atienda su negocio por las tardes. «Mi socio está trabajando mañana y tarde porque su situación familiar ahora lo permite, pero cuando su mujer se incorpore también a trabajar, tendremos los dos el mismo problema», razona.

«Iremos viendo paso a paso, cómo lo solventamos», intercede Elena. «A lo mejor más adelante nos planteamos irnos al pueblo, donde viven nuestros padres y pasamos parte del verano», añade. Aunque la opción solo la contemplan si la situación mejora lo suficiente como para que no haya riesgo para los abuelos. «Aunque ya podríamos habernos desplazado aún no lo hemos hecho porque nos da miedo. Los dos trabajamos en contacto con la gente y nuestros padres son mayores. No queremos ponerlos en peligro», dice.