Desde que arrancaron las semanas más complicadas de la crisis, a finales de marzo, no ha habido una jornada igual a otra. «Las cosas iban cambiando día por día», expone Elena Gallego, médico de la UCI, que relata cómo ha vivido estos cincuenta días. Si hace casi dos meses ya avanzaba a este diario que la «tensión» era el clima general que se respiraba en los hospitales porque no sabía que iba a ocurrir a corto plazo con el coronavirus, ahora refrenda esa teoría y asegura que precisamente esa sensación fue el preludio de lo que ha venido después. «Fue justo cuando vino lo peor, en ese momento no estábamos agobiados, pero de repente llegó la avalancha de pacientes, hemos tenido días de auténtica locura, sabías que ibas a la guerra», anota. En un principio, acostumbrada a enfrentar situaciones límite por la gravedad de los casos que atiende como intensivista pero insiste en que en este caso «ha sido de grado superlativo». «Era una situación con muchos pacientes y de tomar decisiones duras», asevera. A esto, añade, había que sumarle el añadido de enfrentarse a una enfermedad desconocida para la que no había protocolos y el dilema de quedarse sin camas. Al respecto, destaca la «versatilidad» por parte de la gerencia del hospital y la capacidad para adaptarse en poco tiempo. «Al principio se ponían en la segunda planta, luego se habilitaron más y luego abrieron al hospital de la montaña para los pacientes más geriátricos, esto ha sido una remodelación día tras día, si no se hubiera hecho con esa rapidez se habría desbordado la capacidad». También apela al compromiso de los compañeros. «Hemos reforzado la relación, nos hemos reorganizado y aunque no nos correspondían esas horas hemos ido por voluntad propia», anota.

Por fortuna, refleja que en la última semana la situación «se ha ido estabilizando». «El pico de Extremadura fue sido el día 26 y se ha notado que ha bajado mucho, seguimos con la uci llena, pero notamos el descenso». De hecho, en estos días lo que se acumulan son las altas. «Vienen muy graves, se les pone muy al límite y ver que empiezan a mejorar es ganar una pequeña batalla con un significado brutal, salvar a una persona es emocionante». Sobre el futuro a corto plazo, prefiere mostrar cautela. «Queremos ser muy optimistas pero esto llevará su tiempo», sostiene. «Ahora vamos a estar todos con mucho miedo pero se nos va a ir olvidando», manifiesta, aunque deja clara su postura para que la situación remita de una vez por todas. «Si las personas demostramos que tenemos saber estar y comportamiento no habrá tantos contagios».