Poco antes de las once de la mañana, son muchos los estudiantes que miran con impaciencia el reloj en los institutos extremeños. Queda poco para el recreo. Al mismo tiempo, en la comisaría del Cuerpo Nacional de Policía, una patrulla se prepara para salir. Está en marcha la cuarta fase del plan operativo de respuesta policial al consumo y tráfico minorista de drogas en los centros educativos y su entorno.

"Nuestra función principal es la prevención, es decir, evitar que se consuma droga en los centros educativos y su entorno", explica el responsable de uno de los grupos de Seguridad Ciudadana en la capital cacereña. Con este objetivo, los colegios y, sobre todo, institutos de la región han pasado a formar parte de las rutas habituales de vigilancia policial. Para optimizar la efectividad de esta iniciativa, los directores proporcionan a los agentes los horarios lectivos, de modo que estos controlan las zonas escolares cuando hay más movimiento, es decir, en la entrada, salida y el recreo.

En esta labor participan tanto policías de uniforme como de paisano, aunque con funciones distintas. La labor de los primeros se centra más en la prevención, "dejarse ver" con los zeta --vehículos radiopatrulla con los distintivos del cuerpo--, mientras que los agentes que van camuflados tienen más facilidad para llevar a cabo las incautaciones. Para la Policía, la explicación es simple: "Como es lógico, en cuanto ven llegar el coche de policía, quienes tienen algo lo esconden o lo tiran. En cambio, los grupos de incógnito tienen más facilidad para acceder hasta la misma puerta del instituto sin que nadie se de cuenta, si es necesario".

El recreo para lo prohibido

Ajena a los preparativos policiales, la sirena que marca el inicio del descanso entre clases suena por fin. En la mayoría de los institutos de la región, gran parte de los alumnos de más edad aprovechan el recreo para dar una vuelta por los alrededores del centro. Para muchos, se trata simplemente de saborear el pequeño margen de libertad que proporciona salir del recinto escolar. Para otros, es la oportunidad de coquetear con lo prohibido. Es entonces cuando entran en juego las drogas: hachís y marihuana, principalmente, y en pequeñas cantidades.

Acostumbrados ya a la presencia de vehículos policiales --la primera etapa del plan contra el tráfico y consumo de drogas en el entorno de los centros escolares se inició a principios del año pasado--, algunos estudiantes se alejan de la puerta para incrementar su capacidad de maniobra lejos de ojos --y controles-- indiscretos. Pero la policía tiene bien controlados a qué portales asomarse. Y no solo se asoman, sino que también intervienen cuando resulta necesario. Un movimiento extraño, una mirada culpable... "La experiencia te dicta cuándo es el momento de actuar", explican los agentes.

Es entonces cuando el coche frena en seco. El policía baja y solicita la documentación a un grupo de jóvenes de entre 16 y 18 años que están conversando sentados en un banco. Uno de ellos se había echado rápidamente la mano al bolsillo al ver el zeta . Ahora se disculpa por no llevar encima el DNI. "Me he dejado la cartera en casa y ni siquiera he podido comprarme el bocadillo", argumenta su amigo. Todos escuchan con semblante serio cuando se les informa de que deben ir siempre identificados, "por vuestra propia seguridad, ¿y si os pasa algo?".

La colaboración de los estudiantes es plena en este caso y nadie pone pegas cuando el policía solicita echar un vistazo en la cartera que descansa al lado del más nervioso del grupo. "Todo correcto" pronuncia tras un rápido registro y la tensión se reduce. "Recordad lo de llevar el carnet" es el último consejo policial, contestado ya casi con alguna broma.

Pero no siempre la acogida es buena. "¿Por qué yo?" o "a mí no me puedes registrar" son frases habituales en este tipo de situaciones. No hay que olvidar que la policía ha efectuado casi 90 decomisos en las fases anteriores de esta operación, en los que fueron requisados más de 270 gramos de hachís y casi 70 de marihuana, registrándose 62 denunciados por tenencia o consumo de drogas. Y es que este tipo de sustancias parecen cada vez más habituales en el entorno de los centros escolares. Pero también el control policial parece cada vez mayor.