Los hospitales extremeños han activado en 200 ocasiones el protocolo de violencia de género desde su puesta en marcha en el año 2011. La medida se creó para que desde los centros del sistema sanitario se lanzara también la voz de alarma ante la sospecha de maltrato con el fin de facilitar el acceso de la mujer a las herramientas necesarias para salir de esa situación. Las cifras se han ido incrementando progresivamente desde su puesta en funcionamiento, si bien en el último año los datos revelan un retroceso del número de casos que fueron detectados.

En el primer año con el protocolo en marcha, los centros extremeños alertaron de 33 posibles casos de violencia de género, un año después hubo 37 ocasiones en las que se activó el protocolo ante la sospecha de violencia de género; en el año 2013 se detectaron 44 casos y el año 2014 fue el que más alertas se lanzaron (46) ante las evidencias de violencia de género en mujeres que acudieron a los servicios sanitarios solicitando ayuda por lesiones o signos que encajaban con un posible caso de agresión machista física, verbal o sexual.

En el último año este protocolo se activó en 40 ocasiones, según los datos recogidos por el Sistema Extremeño de Salud (SES), son menos, lo que no significa que el problema esté en retroceso.

En todo caso, ni desde la administración regional, ni desde entidades relacionadas con la lucha contra la violencia de género, ni desde la coordinación de la violencia de género se atreven a valorar esas cifras o si la intervención sanitaria y la activación del protocolo tiene consecuencias a la hora de desencadenar la maquinaria de recursos necesarios para hacer frente a la situación de la mujer. De hecho desde el SES matizan que ellos únicamente «declaran» al sistema de violencia de género un posible caso y actúan de acuerdo con lo que establece el protocolo en cuanto a la atención prestada a la mujer, «pero no sabemos si hubo finalmente denuncia o no porque eso no se pregunta», reconocen fuentes de la Consejería de Sanidad y Políticas Sociales. Y la denuncia es el paso imprescindible para que los recursos contra la violencia de género se pongan en marcha.

Precisamente ese es uno de los factores en los que la Asociación Malvaluna, que desde hace años presta atención individualizada a mujeres víctimas de violencia machista en el entorno de Mérida pone el acento en cuanto a que «hay una enorme desconexión entre los distintos agentes que integran la lucha contra la violencia de género», lamenta Gloria Angulo, presidenta del colectivo. Señala problemas «de base» en el sistema: «que la denuncia sea el elemento determinante para ayudar a la mujer» y «que se aborde la violencia machista como un suceso y no como el problema social de primer orden que es».

COLABORACIÓN/ En Malvaluna trabajaron el año pasado con 195 mujeres sobre las que realizaron 470 atenciones. De ellas 50 eran víctimas de violencia machista a raíz de una ruptura y en 63 ocasiones trabajaron con mujeres que requerían ayuda para tomar la decisión de denunciar y salir del contexto de violencia.

Muchas de las víctimas que llegaron al colectivo lo hicieron derivadas por médicos de Atención Primaria, lo que a juicio de Angulo evidencia que existe «sensibilización» entre los facultativos y también «conciencia de qué hay que hacer cuando una mujer cuenta con una historia de violencia de género». Sin embargo también echan en falta más formación en igualdad entre el personal sanitario y, a pesar de que desde la Escuela de Salud Pública se está trabajando para ofrecer formación, «queda un largo camino por recorrer», advierte.

Desde el colectivo valoran el avance que el protocolo en vigor ha supuesto en la lucha contra este problema, aunque también detectan algunos fallos que se deberían subsanar. El principal, a juicio de Gloria Angulo, es que en muchas ocasiones se trata a las víctimas como si todos los casos fueran iguales. «Entiendo que es por rapidez asistencial o por falta de recursos, pero eso hace que no se tengan en cuenta algunas cuestiones que pueden ser claves, como el contexto social o económico de la mujer, su religión, su cultura…». Y para eso, recuerda, es necesario ahondar en la formación desde la perspectiva de género.