Comentando con un compañero sobre platos emblemáticos de nuestra historia particular, le dije que había uno por encima de cualquier otro: huevos fritos con patatas. Creo que no existe ningún españolito de a pie que no le guste dicho plato o no sienta un especial regusto en comerse una buenas patatas cortadas a rodajas y pochadas con amor y coronadas con uno o dos huevos fritos, sobre los que atacaremos con una trozo de pan como si entráramos a matar un morlaco gastronómico. El, el compañero me respondió, que la noche anterior había cenado dicha elaboración y sintió un cierto regusto casi morboso, en el doble sentido de enfermizo y placentero. Posiblemente no sea el único que estimule su sensibilidad gustativa hacia esos derroteros.

Arremeter con un trozo de pan unos huevos fritos viene de antiguo. El mismo Averroes nos habla de ello en su libro Kitab al-kulliyat fi l-tibb (libro de las generalidades de la medicina) con este discurso: "cuando se fríen en aceite de oliva son muy buenos, ya que las cosas que se condimentan con aceite son muy nutritivas; pero el aceite debe ser nuevo, con poca acidez y de aceitunas". Pero lo de mezclar las patatas con el huevo nos lo dice Núñez de Pineda allá por el siglo XVII, así como numeroso viajeros ingleses que pululaban por nuestra tierra durante los siglo XVIII y XIX describen tal majar, aunque no era de muy buen aprecio para el gusto timorato del inglés, pues comenta Richard Ford , hispanista inglés, en uno de sus escritos que era frecuente el recurso de las familias humildes.

Lo que ha cambiado nuestra sociedad pues ahora mucho de los restaurantes nos lo ofrece como delicatesen. No debemos extrañarnos, ya que también ha sucedido con otros platos, como por ejemplo las cocochas de pescada, plato marinero que alimentaba a los propios pescadores.

XSI BIENx las patatas con huevos parece una elaboración fácil, tiene su truquillo para convertirla en primor gastronómico, pues la patata debe estar en un punto de fritura que la haga suave y jugosa a la vez que el huevo contenga la yema en estado de gel mientras que la clara obtenga una consolidación suave, perdiendo toda su estructura gelatiniza. Todo es cuestión de elaborar dicho plato con paciencia y amor culinario. Hecho de lo que hoy día presumen algunos restaurantes de elaborar tal exquisitez, y en algunos casos es preferencia de snob y gente de papel cuché y celuloide, lo de comerse un plato de patatas con huevos rotos como anuncia el restaurante madrileño Casa Lucio. Es una delicadeza de sartén, pero tampoco hay que pagarla a precio de ambrosía, como nos quieren hacer ver algunos interesados de la gastronomía y del esnobismo cutre.