Hacía tiempo que en Gargüera de la Vera no se escuchaba por estas fechas el “ba,ba,ba”, “guuu”, la risa o el llanto de un bebé. Tiempo. Mucho tiempo. Hasta 14 años, la última vez que esta pequeña localidad cacereña registraba un nacimiento de una familia con residencia permanente en el municipio. “En verano siempre hay niños en el pueblo, pero ahora va a estar solo él. Los vecinos están muy contentos, nos paran por la calle...”, cuenta a este periódico Isabel Collazos (31), la madre de Hugo. Ella y su pareja, Rafa Gómez (35), han devuelto la esperanza a una localidad que es la más envejecida de una región ya de por sí envejecida como lo es Extremadura (los habitantes de Gargüera de la Vera tienen, de media, 66,1 años, según datos del Instituto Extremeño de Estadística correspondientes a la Estadística del Padrón Continuo de 2019).

Por eso que la cigüeña haya vuelto a poner al pueblo dentro de su ruta es “una gran alegría, sobre todo después de tantos años y con todo lo que está pasando”, declara Feliciana Muñoz, alcaldesa de Gargüera, quien, hace unos días, visitaba a la familia junto al teniente alcalde, Pascasio Alonso, para entregarles un chequé bebé de 300 euros y una cesta con útiles para el primer año de vida de la criatura, con pañales, cremas... “Somos un Ayuntamiento pequeño, pero queremos ayudar dentro de nuestras posibilidades. Es una promesa que hicimos en campaña electoral y nos hace mucha ilusión cumplirla”, asegura la alcaldesa. “Hicieron la propuesta y quizás no se esperaban que la tuvieran que cumplir”, bromea Collazos, quien se muestra agradecida por el detalle.

Hugo y sus padres reciben una cesta CEDIDA

La madre de Hugo es natural de la localidad mientras que su pareja procede del cercano municipio de Barrado. “La gente normalmente se va de los pueblos por motivos laborales pero en nuestro caso es a la inversa. Yo estudié en Cáceres pero volví porque trabajo de administrativa en Piornal y mi pareja trabaja en el campo en Barrado”, explica. Así, Gargüera de la Vera fue el punto intermedio ideal para establecerse. “Además, aquí tenemos a nuestra familia, nuestros amigos. Tenemos la tranquilidad, la suerte de vivir en un pueblo pequeño, más ahora (se refiere a la pandemia). Barrado, que es más grande, está muy cerca y tenemos Plasencia a quince minutos”, dice Collazos, quien, a su vez, reconoce también que la vida en el mundo rural requiere de algunos “pequeños sacrificios”: “es verdad que te tiene que gustar. Aquí no tienes los servicios que hay en una ciudad, el transporte público o las telecomunicaciones”, afirma.

Y son las telecomunicaciones la principal reclamación que hace la alcaldesa de la localidad: “Nos consta que ha habido personas que han querido venirse a vivir aquí durante la pandemia para poder teletrabajar desde el pueblo pero con las telecomunicaciones que tenemos no han podido arriesgarse. Hablan de oportunidades para la España vaciada, pero nos dan a medias los servicios aunque los pagamos igual. No tenemos fibra pero es que la cobertura 4G tampoco funciona bien”, denuncia.

En un municipio que ha perdido hasta el 70% de su población en los últimos 50 años, la mejora tanto en estas telecomunicaciones como en infraestructuras se vuelve una cuestión de supervivencia. “El médico lo tenemos cubierto, viene algunos días por semana y los otros se puede ir a Plasencia. Allí es donde corresponde también que los niños vayan a la escuela. La última tienda cerró hace tres años y desde el Ayuntamiento promovimos un servicio para que trajeran el pan. Estamos viendo si quizás se abre una tienda, pero no lo podemos confirmar aún”, detalla Muñoz. La agricultura y la ganadería son las dos principales fuentes de trabajo en Gargüera, pero la alcaldesa subraya que están “abiertos a que la gente se venga al pueblo, a montar una tienda o cualquier negocio”.

Porque, al final, labrarse una vida en el entorno rural puede ser complicado. “Ahora estamos disfrutando del momento, no hemos pensado mucho en el futuro. Al final nosotros hacemos la misma rutina que cualquier familia y tenemos el coche para movernos a Barrado o a Plasencia. Sí nos daría un poco de pena que Hugo fuera el único niño del pueblo”, dice Collazos, que tampoco se plantea aún si le van a dar algún hermanito a la criatura. Aunque, si la cigüeña quiere, Hugo podría contar con algún compañero de juegos en la localidad, ya que hay varias parejas jóvenes con residencia permanente que, quizás, también podrían dar otra alegría a Gargüera.