La entrevista empezó mal: el café estaba malísimo. Por suerte, Juan Pedro Rodríguez-Ledesma (Cáceres, 1957) lleva en Alemania el tiempo suficiente como para hacérselo saber al camarero, utilizando para ello una palabra tan alemana como 'Sheisse', que dejaremos sin traducir por aquello de que puede haber niños leyendo.

Charlar con Juan es como tener la Wikipedia abierta. Comienza hablando de un tema, por ejemplo de la integración de los españoles en Alemania, y acaba contándote la historia del lingüista que dio nombre a la universidad más antigua de Berlín (Wilhelm von Humboldt, un enamorado de la cultura hispanoamericana que llegó incluso a realizar estudios sobre el euskera a finales del siglo XVIII) o el lugar de procedencia de la mayoría de los turcos que llegaron en los años 60 ("vinieron de Anatolia, la Turquía profunda. Estaban cuidando cabras y de pronto se vieron aquí, en una sociedad predesarrollada, con todos los problemas de integración que ello supone").

Tanto conocimiento sobre el país germano le ha servido para personificar un dicho alemán que él mismo cita, 'Ich habe drei Beine´. "Significa que te buscas la vida de diferentes maneras". Juan compagina las labores de traductor, escritor, profesor de español, lector corresponsal para el diario La Vanguardia y guía turístico con plataforma web propia: www.berlinservices.es.

LLEVA ya una década viviendo en tierras teutonas, pero su relación con el país se remonta a sus tiempos de universitario. "Cuando yo estudié filología germánica en la Universidad Complutense de Madrid todavía no había caído el muro de Berlín y el departamento de la universidad también estaba dividido entre partidarios de las dos Alemanias". Desde entonces y hasta ahora ha podido comprobar las transformaciones del país, y con ellas las de los españoles que lo visitan probando suerte. "En los últimos años ha habido un cambio brutal y una explosión en el número de inmigrantes españoles". Juan recuerda particularmente a un chico de Madrid que se encontró en el aeropuerto. Había perdido la casa tras un desahucio y llegaba a Alemania sin hablar ni siquiera inglés. "Le dejé uno de mis mapas y le expliqué, como a tanta gente, que sin el alemán es muy difícil meterse en el mercado laboral".

EN CUALQUIER caso, la mayoría de los 20.000 españoles menores de 30 años que viven en Berlín en la actualidad, según algunas estimaciones, difieren mucho de los españoles que llegaron en los años 60. "Ahora tienen un nivel cultural alto y vienen con carrera universitaria e inglés. Además traen una mente mucho más abierta y, encima, los alemanes sienten simpatía por ellos porque identifican todo lo español con diversión, vacaciones y fiesta". Esto facilita que nos vean como "los inmigrantes de primera clase" y que, en lo referente a la mano de obra cualificada, "nos prefieran a nosotros antes que, por ejemplo, a los coreanos".

En otros campos el idioma no es tan necesario, especialmente en el 'Pflege', la atención a enfermos y ancianos. Juan Pedro Rodríguez-Ledesma conoce el caso de una enfermera que se ha mudado a Alemania con el hijo y el marido, que está en paro, después de que le ofrecieran un contrato y un curso de alemán pagado. "En cualquier caso, por muy bien que te traten, aquí siempre vas a ser un extranjero", puntualiza.

A ESTAS alturas, después de tantos años viviendo fuera de su tierra, la relación de Juan con Alemania es contradictoria. Por un lado puede dejar escrito en La Vanguardia que "el alma del alemán es como las estaciones: gélida y despiadada en invierno, cálida, amable y acogedora en el breve verano berlinés". Por otro lado se le nota enamorado de Berlín y de sus habitantes.

"Así como en otras partes te atocinas, aquí tienes que despertarte. No digo que la vida en Berlín sea fácil, de hecho es incluso más difícil que en otras ciudades alemanas, pero aquí se espabila uno". Quizá por darle la razón, el camarero de la cafetería no nos dejó seguir sentados en la terraza después de una hora de conversación. El café, frío, se quedó sobre la mesa.