Roberto Carlos Solís (29 años) y Elena Bravo (26 años) decidieron comprarse una casa antes de la Covid-19 después de estar unos cuantos años viviendo de alquiler. Pero la incertidumbre de que pudieran echarlos de sus empleos por la pandemia les frenó a la hora de ejecutar la inversión. Viven en Cáceres, Elena es de esta misma ciudad y trabaja de camarera, Roberto es de Mérida y es comercial. Ambos afirman que en un principio se iban a decantar por hipotecarse porque «el precio de los alquileres en la capital ronda de media unos 400-500 euros mensuales por una vivienda en condiciones».

Para ellos, adquirir una casa tiene sus aspectos positivos: «Tenemos asentadas las bases de nuestro futuro». El tema económico vuelve a aparecer en esa lista de pros: «Sabemos que nunca se incrementará el precio». Y agregan que ya tendrían una propiedad. No obstante, reconocen que hay puntos negativos, esos contras que frenan a cientos de jóvenes en todo el país, como son los gastos extra en los que «hasta ahora no pensabas como seguros, comunidad, averías, entre otras cosas», aseguran.

Y es que la pandemia del coronavirus ha roto las perspectivas de futuro, especialmente de los más jóvenes. «Si te quedas sin empleo, puedes dejar el alquiler, pero pensamos que con una vivienda en propiedad las cosas podrían complicarse y finalmente declinamos esta opción».

Y eso que la crisis sanitaria ha acelerado la caída de los precios en el inmobiliario. Aunque con estas perspectivas de rebrotes, parece que lo más adecuado para los que pretenden comprar una casa o un piso sea esperar, pues así les debería salir más barata la operación.

Roberto Carlos y Elena piensan que siempre hay que mirar la vida con optimismo y que en un futuro tendrán su nido.