Entusiasta de la Segunda República y maestro jubilado, Indalecio Carrasco ha unido profesión y afición en su segundo libro, Nuestra escuela en la República . Publicado por la Asamblea, su presidente, Juan Ramón Ferreira, le acompañó ayer en la presentación en el Colegio Mayor Francisco de Sande, en Cáceres.

--¿Qué es lo que más le llama la atención de la escuela en la Segunda República?

--Sobre todo que no era solo la escuela, sino también el comedor escolar, que llamaban la cantina escolar y era la que se ocupaba de dar de comer a los niños pobres, el ropero escolar, etcétera. Incluso el libro incluye cuánto costaba un menú escolar (unos 60 céntimos de peseta) o cómo compraban telas para que las niñas mayores fueran haciendo ropa que después reparten directamente.

Además, son muy interesantes los cotos. Había dos clases; por un lado estaban los apícolas, como el de Garrovillas, que tiene su origen en un terreno que cede el ayuntamiento para que los niños de la escuela cuidaran abejas y tengan dinero. En cambio, los de La Vera eran agrícolas y sembraban legumbres, trigo, árboles...

--Pero también toca otros temas en su obra.

--Sí, hago un repaso histórico de la educación a lo largo de la historia, que tradicionalmente ha estado vinculada a la religión y la Iglesia. Pero con la Revolución Francesa los Gobiernos comienzan a tomar medidas en este asunto. Las cosas han cambiado mucho; por ejemplo, en 1857 la ley Moyano establecía que el saber dependía mucho del sitio donde vivías. Pero ya en 1901, Romanones cambia este panorama y garantiza el sueldo de los maestros --a los que hasta entonces muchas veces no pagaban los ayuntamientos y en 1913 concede libertad religiosa a los alumnos que no querían estudiar religión católica.

También repaso cómo estaban las escuelas en la provincia de Cáceres, aunque es extensivo a las de toda España. Por ejemplo, en Malpartida de Cáceres estaba en el silo y, aunque construyen una nueva en 1922, el maestro se niega a trasladarse porque alega que al ser de nueva construcción era muy húmeda y los niños ya tenían bastante con ir descalzos y tener paludismo.

--No habrá sido nada fácil documentarse.

--Pues a base de consultar libros, archivos, etcétera, durante unos siete años. Pero es que siempre me ha gustado ese material e incluso he ido recopilando útiles de una escuela de la Segunda República y tengo pupitres, un mapa, la tinta...

--Además, su experiencia de docente le habrá venido bien.

--Sí, por supuesto que sí.

--¿Pero recoge algunos aspectos de su propia trayectoria?

--No, porque llego hasta la época de la República. Lo que sí aprovecho, por ejemplo, es la documentación de Jaraíz, de donde soy natural, sobre la depuración de los maestros al final de esa época. Fue muy lamentable, porque los maestros perdían su puesto de trabajo por sus ideas políticas, y comento casos como el de Severiano Nuñez, que se ocupaba junto con un compañero de la escuela de Jaraíz y fue fusilado en Plasencia.

--¿Por qué decidió ser maestro?

--Pues a mí nunca me gustó ser maestro, porque la mayor ilusión de mi vida hubiera sido ser ganadero. Pero las circunstancias me llevaron ahí y cuando terminé de estudiar, tuve que emigrar a Barcelona.

--No tuvo que ser fácil.

--Exacto, cuando llegué a Barcelona creía que me había pasado a Francia, porque había hecho y aquello era otra vida. Era el año 1970 y comencé a trabajar en Sitges. Imagínate, de Jaraíz a Sitges.

--Pero pronto regresó.

--Sí, a los cinco años, vine a Extremadura de nuevo.

--Para ejercer la docencia en diversos pueblos extremeños.

--Sí, estuve en Las Hurdes, La Vera... Me ha tocado desde sembrar árboles hasta ser sindicalista o alcalde. Además, he escrito dos libros y siempre he sentido curiosidad por la historia y, sobre todo, la Segunda República.

--En la educación, como en otros campos, esa etapa tiene tantos detractores como defensores, pero usted se cuenta entre los segundos, ¿no?

--Sí. Por ejemplo se critica la supuesta persecución de la religión pero mucho antes, en 1913, Romanones concede libertad religiosa, o sea que no digamos que fue la República. Además, no solo se dio libertad religiosa sino que también se subió el sueldo a los maestros y se hicieron muchas escuelas como el colegio Las Delicias, en Cáceres, que todavía hoy se conoce con el nombre del ´Peregil´ por el de su maestro, que se apellidaba Pérez Gil.

--Después de investigar tanto sobre educación y con su propia experiencia, ¿cómo resume la evolución de este área?

--Pues en una frase: de la pizarra al ordenador. Hemos pasado de la pizarra que tanto usábamos antes, porque papel había poco y era muy caro, al ordenador, que ni hace falta saber la tabla de multiplicar.

--Y los problemas de la educación también han cambiado.

--Pues también, se ha pasado de tener mucho respeto que se tenía antes a hoy en día, que se tiene menos. Pero creo que eso está muy relacionado con la educación que los niños reciben en casa, porque cuando yo veía a un niño ya estaba viendo a su padre. Influye mucho la educación en familia, que ahora se está descuidando.