«Hace por lo menos año y medio que solicitamos la ayuda de la dependencia para mi hermana Milagros. Tiene 76 años y una deficiencia visual importante. Vive sola. Para comer se apaña con el microondas, pero nos da miedo, porque si enciende una sartén tiene que meter la mano para saber si el aceite está caliente. Dos de sus hermanos vivimos cerca y nos acercamos a su casa con frecuencia, pero si tuviera al menos la ayuda de una persona una hora al día, viviríamos todos un poco más tranquilos porque en lo principal estaría atendida», cuenta Petri, que se encarga de gestionar la ayuda a la dependencia para su hermana. Echaron la solitud hace año y medio y hace apenas 15 días recibieron la llamada del Sepad para realizar la valoración. «Pero dio la casualidad de que se les estropeó el coche y estamos esperando una nueva cita», cuenta.

Por suerte, su historia, dice, no es de las dramáticas. «Ella tiene una pensión y una vez a la semana contrata a una chica que a va limpiar; también tiene familia cerca y podemos ayudarla, pero la verdad es que es muy triste que tarden tanto en reconocer un derecho tan necesario». «Menos mal que ya le avisamos de que esto iba a tardar, porque si no estaría todo el día preguntando cuándo van a venir».