Periodista

Sorprendentemente vuelve la inquisición a España. Pero no debería sorprender a quienes asisten diariamente al descrédito de la política. Sólo así puede entenderse la triste historia de unos políticos que durante una campaña electoral rebuscan afanosos entre la hojarasca restos que arrojarse, unos a otros, a la cara. Esto, que no tiene que ver con la literatura ni con la realidad, tiene sin embargo alguna de sus condiciones, como la mentira, que desemboca en una suerte de ficción para consumidores. La literatura, claro, les da igual. Es curioso que el gesto no haga discriminaciones: a derecha e izquierda (lo que es más grave), los nuevos inquisidores lanzan sus voces.

Aún tienen tiempo: pueden ordenar el cierre del cine que en Cáceres proyecta ´Ken Park´, o la retirada de ´Lolita´, de Vladimir Nabokov, por apología de la pederastia, o de ´American Psycho´, de Brest Easton Ellis por todas las perversiones imaginables (contra las mujeres, los hombres y los animales). Pero no lo hacen porque no leen. De hacerlo, habrían aprendido el humor, la ironía, atributos de la literatura de los que los inquisidores de toda condición han huido siempre como de la peste.