Javier García se ha convertido en un ejemplo. Sus palabras emocionan y su actitud ante la vida y sus logros asombran. Hoy se abre a los lectores en esta entrevista.

-Tuvo una infancia normal hasta que todo cambió en el instituto. ¿Cómo empezó y cómo reaccionaron sus compañeros, profesores, familia, usted mismo?

-Cuando tenía apenas 13 años empecé a notar una pérdida auditiva muy fuerte, aunque ya hubo algunos indicios con 10 años. Esto lo noté, sobre todo, en el instituto porque cada vez me era más complicado seguir las clases, me costaba entender las explicaciones. A los 15 años empecé a notar una pérdida visual y, de nuevo, fue en el instituo cuando más me di cuenta de ello. A veces me pedían que leyera en clase en voz alta y para leer un párrafo podía necesitar 10 minutos. Poco a poco ambas pérdidas aumentaron hasta que adquirí la sordoceguera. El entorno reaccionó, por un lado, con mucha crueldad porque me convertí en objeto de toda burla, tanto de los compañeros como de los profesores, que tan pronto las consentían como a veces eran partícipes. Por otro lado, reaccionó con desconocimiento porque los médicos atribuyeron mi pérdida auditiva a que era «un chico distraído» y mis padres creyeron esta información, por lo que no supieron actuar hasta que la pérdida visual les mostró que había un problema real.

-¿Fue muy duro?¿Cómo pudo sobrellevarlo?

-A veces me planteo escribir un libro sobre ello. Es duro, muy duro, pero es una realidad que todavía hoy viven muchos niños y adolescentes. Cuando toda la clase se vuelve contra ti, cuando ni siquiera los profesores te escuchan, cuando no tienes a nadie a quien acudir, lo único que te mantiene vivo es el miedo. Y digo el miedo porque muchas veces, harto de que te traten con crueldad, de que te digan lo inútil que eres cada día, piensas en acabar con todo y, si no lo haces, es porque el miedo te frena y te hace seguir adelante, porque no te queda otra.

-¿Cómo fue adaptándose a perder la visión y la audición?

-Puede que lo único que hiciera fuese dejar de sentir para no sufrir. Supongo que, movido por todo lo que recibía de mi entorno, perdí interés en la propia vida. Siempre digo que me aislé y creé en mi mente un mundo muy diferente al que ya no podía oír ni ver. Y en ese aislamiento sobreviví como pude hasta que todo empezó a cambiar.

-¿Cuál fue el detonante de ese cambio?

-Es paradójico, pero la pérdida de visión arrojó un poco de luz en mi vida. Cuando esa pérdida comenzó, mis padres se dieron cuenta de que había un problema real. Eso les hizo primero deprimirse y después reaccionar. Fue mi padre quien, movido por la desesperación de no saber que sucedía conmigo, de que me estuviera quedando sordociego, decidió dar el primer paso y afiliarme a la ONCE. Tiempo después, José Antonio, psicólogo de ONCE Extremadura, me hizo una visita. Al principio yo estaba muy cerrado porque había sufrido mucho y no quería relacionarme con nadie, me daba igual el mundo entero. Sin embargo, él, que era y es presidente de la Federación Extremeña de Montaña y Escalada, me habló de la escalada y me propuso escalar juntos. A mí siempre me han gustado los deportes, por lo que quise probar. Así fue como empezamos a escalar juntos los viernes y en esas sesiones José Antonio me animó a replantearme la vida. Me enseñó entre piedras que en la vida podía llegar tan alto como quisiera. Así que un día me planté en la cocina delante de mi madre y le dije: «Vale, mamá, voy a intentarlo».

-Y estudió, fue el primer sordociego Erasmus... ¿cómo vivió aquellos tiempos, supongo que con muchas dificultades?

-He estudiado un doble grado en Derecho y Administración y Dirección de Empresas en la Universidad Autónoma de Madrid y he realizado un programa Erasmus+ en la Regent’s University London, siendo la primera persona sordociega de Europa en participar en este programa. La verdad es que puedo sentirme afortunado porque siempre he tenido muchos apoyos. En clase, por ejemplo, ha sido imprescindible el apoyo de la Fundación ONCE para la Atención de Personas Sordociegas (FOAPS), que ha puesto siempre a una mediadora. Esta profesional me ha acompañado siempre a clase y, con ayuda de mi ordenador y de mi línea braille (un dispositivo que lee en braille todo lo que aparece en la pantalla del ordenador), me ha transmitido todo lo que se decía en clase. Ha sido igualmente imprescindible el apoyo de mis profesores y compañeros, que han sabido adaptarse a mí, aprendiendo incluso mi sistema de comunicación. Yo creo que los estudios han sido una etapa dura, pero tanto para mí como para mis compañeros. Y digo esto porque es verdad que la sordoceguera tiene sus implicaciones, pero también es verdad que cada persona tiene sus capacidades y a lo mejor yo no puedo leer tan rápido como mis compañeros, pero necesito menos tiempo para retener la información.

-¿Qué pasa después de terminar los estudios?¿Le resulta difícil conseguir un empleo?

-Al terminar mis estudios decidí tomarme un tiempo de descanso, de desconexión. Hice algunos viajes. Me escapé al Caribe, haciendo un viaje de unas 24 horas por mi cuenta para llegar allí, donde me esperaba uno de mis mejores amigos. Después empecé a buscar trabajo, pero no fue fácil, y eso pese a la excelencia de mi expediente académico. Por ejemplo, una vez me contactaron desde una empresa porque habían leído mi CV y estaban muy interesados. Me pidieron que les indicara cuándo podían llamarme y al explicarles que era una persona sordociega no volví a tener noticias. Ahora mismo, sin embargo, trabajo como asesor jurídico en Grupo ILUNION, que es el grupo empresarial de la ONCE y su Fundación. Es un grupo grande, con 35.000 trabajadores, y donde más del 35% tienen alguna discapacidad. Es bonito saber que hay personas dispuestas a hacer de la adversidad una oportunidad para todos. Ahora la oportunidad ha merecido la pena porque trabajo de forma independiente y he conseguido integrarme plenamente. Cuando me preguntan cómo es mi día a día, yo digo que igual que el de cualquier otra persona o incluso más intenso. Yo puedo hacer de todo, pero cada cosa la hago de una forma diferente y ya está.

-Y llega el proyecto de montañismo. ¿En qué consiste?

-Un mundo con sentido es un espacio personal donde compartir experiencias y reflexiones como persona sordociega, pero también como Javi, una persona más. Nuestra idea es concienciar sobre la sordoceguera, romper barreras físicas y psicológicas, motivar a otras personas a superarse, etc. He dicho que me tomé un tiempo de descanso tras acabar los estudios. En ese período me reencontré con José Antonio, aquel psicólogo que tanto me enseñó en aquella época tan difícil. Coincidimos en una ruta que organizó ONCE Extremadura y él vio que andaba bien, además de que sabía que quería iniciar un proyecto de viajes, por lo que me propuso intentar subir juntos el Mulhacén, la montaña más alta de la Península Ibérica. Acepté. Fui para allá con él sin experiencia, sin preparación física, sin material adecuado… Pero lo intenté y mi mente debió ser más fuerte porque lo conseguimos. Esta hazaña tuvo mucha repercusión mediática y nos dimos cuenta del alcance que podría tener un proyecto de montaña, por lo que decidimos iniciar algo juntos. Empezamos él y yo, y cada vez se unen más personas y entidades que quieren colaborar, movidas por la pasión.

-Y después llegan numerosos picos. ¿Cómo puede subirlos? ¿Cuál ha sido el más difícil?8. -Desde diciembre hasta ahora hemos hecho el Mulhacén (3.479 m.), Calvitero (2.401 m.), Canchal de la Ceja (2.428 m.), El Morezón (2.389 m.), Piramide Vincent (4.215 m.), Balmenhom (4.167 m.), Corno Nero (4.322 m.), Ludwigshöhe (4.342 m.), Punta Parrot (4.436 m.), Breithorn (4.164 m.), Pólux (4.092 m.), Almanzor (2.592 m.), El Yelmo (1.717 m.), Toubkal (4.167 m.), Ras (4.083 m.). Creo que el más difícil para mí fue el pico Almanzor porque Sierra de Gredos es un terreno muy complicado, con mucha piedra, y eso lo dificulta. Todo esto ha sido posible porque mis compañeros han estado ahí. Ellos son los que hacen que la montaña sea accesible para mí, los que me dan las alas que necesito para volar. Las técnicas que empleamos son muy diferentes dependiendo del terreno. Generalmente, sin embargo, uno de mis compañero va por detrás asegurándome y otro va por delante guiándome, para lo cual me da una mano. A través de la mano me transmite toda la información: si no hay peligro, la mano va en una posición; si hay peligro, la mano va en otra posición y, si hay mucho peligro, la mano va en otra posición diferente. O si, por ejemplo, hay agua y hay que saltar, me aprieta dos veces en la mano. Son pautas que vamos pactando.

-¿No piensa en los riesgos?

-La montaña tiene muchos riesgos, pero yo confío en mis compañeros y estoy tranquilo. Es verdad que a veces nos hemos llevado sustos: una vez se abrió el suelo bajo mis pies y casi caigo en una grieta de 40 metros de profundidad u otra vez nos envolvió una tormenta eléctrica y cayó un rayo a unos 5 metros de distancia. Pese a todo, prefiero estar por ahí, disfrutando de la montaña y del riesgo que conlleva, a estar en casa sin hacer nada, aunque seguro.

-Tiene un optimismo que asombra. ¿Cómo puede vivir con sus limitaciones?

-No todo es maravilloso. También hay momentos difíciles, es verdad, pero yo creo que momentos difíciles tenemos todos. Yo me considero muy afortunado por todo lo que hemos conseguido y por todo lo que me rodea, y eso no lo cambiaría por nada. Creo que la sordoceguera es mi discapacidad, pero también mi fuerte.

-Desde que ha sido conocido por el público, tiene muchos apoyos. ¿Cómo se siente ante eso?

-Me siento afortunado. Cada vez que tocamos el cielo, que conseguimos algo nuevo, me gusta creer que mucha gente lo toca con nosotros. Porque es verdad que yo me esfuerzo, que me dejo la piel día a día, pero también lo es que sin todas esas personas que están ahí, que creen en mí y que me ayudan, probablemente ahora seguiría en casa, en mi burbuja.

-Y sin embargo, recientemente tuvo una mala experiencia en una compañía aérea. ¿Cree que hay más discriminación que apoyos hacia las personas con discapacidad o al contrario?

-Yo creo que hay mucho desconocimiento y que el desconocimiento nos lleva a adoptar decisiones y actitudes que pueden ser muy equivocadas. Lo mejor ante todo es tener una actitud positiva, porque adaptarse a las necesidades de cada persona es posible, pero se necesitan ganas y querer hacerlo.

-¿Cuáles son sus próximas metas? ¿Tiene un tope?

-Acabamos de terminar Quiero tocar el cielo, que era el proyecto de montaña para 2018. Ahora estamos trabajando en un nuevo proyecto para 2019. Queremos incorporar más actividades deportivas, como una ruta en tándem o paracaidismo. Lo publicaremos próximamente. También quiero seguir aprendiendo y creciendo en el trabajo, que todavía me queda mucho por aprender. Además, próximamente empezaré como responsable de la juventud sordociega en la Federación de Asociaciones de Personas Sordociegas de España (FASOCIDE). ¡Es una nueva etapa!

-¿Cómo se comunica habitualmente?

-Cuando hago una entrevista suelo ir acompañado por una guía-intérprete de FASOCIDE. Esta profesional me interpreta toda la información en mi sistema de comunicación, el dactilológico en palma. Este sistema es muy sencillo y consta de un signo por cada letra del abecedario, con lo que se pueden construir palabras, frases, etc. signando letra por letra sobre la palma de mi mano derecha. También utilizo el sistema DACtYLS, que es un nuevo sistema que incorpora signos por palabras al dactilológico tomados de la lengua de signos, y que pronto publicaremos desde la ONCE. Aparte, tengo mis alternativas comunicativas. Por ejemplo, puedo comunicarme con mi ordenador y mi línea braille: una persona puede escribirme en el ordenador y yo leerlo al mismo tiempo en mi línea braille, que es un dispositivo que lee en braille todo lo que aparece en la pantalla del ordenador. Otra alternativa sería escribir con el dedo índice letras mayúsculas sobre la palma de mi mano derecha. Son algunos ejemplos, pero me defiendo muy bien.

-Acaba de recibir un premio de la OTAEX y en enero un San Fulgencio en Plasencia. ¿Qué suponen estos premios?

-Me siento muy agradecido de recibir estos premios porque reconocen nuestro esfuerzo diario: el mío y el de todas las personas que están ahí, que me apoyan. Aunque todo lo que hacemos lo hacemos porque disfrutamos con ello, porque nos da mucha vitalidad, también nos enorgullece y maravilla que otras personas tengan la capacidad de valorar nuestra labor, una labor que no encuentra límites.

-Al lado de sus logros, los miedos de la población sin discapacidad no tienen mucho sentido. ¿Qué mensaje le daría a quien se limita a sí mismo?

-Me parece que el miedo es totalmente normal, que todas las personas tenemos miedos y que la diferencia entre quienes logramos nuestros sueños y quienes se quedan por el camino es sencilla: solamente aceptando esos miedos y siguiendo hacia delante con ellos podremos alcanzar el éxito.