"Soy una persona de diálogo, y puedo llegar a aburrir a un búho de yeso". La frase la pronunció hace casi dos años Ramón Paredes, un dombenitense que entonces acababa de llegar a la vicepresidencia de Recursos Humanos de Seat y que este viernes fue el encargado de presentar un Expediente de Regulación de Empleo (ERE) que afectará a 1.346 trabajadores de esta firma de automoción.

A buen seguro que esta capacidad para el diálogo de la que presumía Paredes le va a ser de gran ayuda a partir de ahora para afrontar las consecuencias de una medida que ya ha sido respondida por los tres sindicatos mayoritarios de la empresa (UGT, CCOO y CGT) con la convocatoria de una huelga de 24 horas que comenzará el próximo jueves.

Hijo de un trabajador del campo y de una mujer "emprendedora" que regentó una churrería, la trayectoria de Paredes en Seat no es ni mucho menos la más habitual en el directivo de una multinacional. Hace casi tres décadas y media --ahora roza la cincuentena-- que este dombenitense comenzó a trabajar como matricero en el centro de producción de la Zona Franca. "Tenía que coger tres autobuses y atravesar un descampado para llegar desde Sant Boi. El primer día me dieron un trozo de viga para reducirla hasta una lámina. Le dije a mi madre que eso no era para mí", rememoraba Paredes.

Sin embargo, y a pesar de ser "el más pequeño y el que tenía menos estudios", Paredes se fue abriendo paso. Tras quedar subcampeón de Cataluña en matricería y ganarse el apodo de el chico del corte fino , cursó estudios de maestría industrial e inglés. Con ellos inició una evolución laboral que le llevó a hacer parada en todas las categorías del convenio colectivo del fabricante automovilístico hasta convertirse en su directivo canterano con más poder. Tiene unos 13.000 empleados a su cargo y administra 500 millones de euros al año en nóminas. Entró en el comité de dirección de Seat como el único español entre alemanes del grupo Volkswagen.

El perfil de Paredes de hombre hecho en la empresa le permite tener un conocimiento amplio de la compañía, una bagaje vital que completó con un periplo de año y medio por las fábricas de Volkswagen y Audi en Alemania. "Me metieron el alemán con un embudo. Lo tengo grabado en la frente", confesaba el directivo extremeño, para asegurar después que esta inmersión le había servido para conocer "cómo piensan los alemanes".