NACIO EN SAN CEBRIAN DE CAMPOS (PALENCIA), EN 1957

FORMACION ESTUDIO TEOLOGIA EN PALENCIA Y EN FRANCIA, DONDE EJERCIO COMO DOCENTE

OCUPACION ENSEÑA RELIGION EN EXTREMADURA DESDE HACE 21 AÑOS Y PRESIDE LA ASOCIACION DE PROFESORES DE ESTA DISCIPLINA

Jesús María Losada llegó a Cáceres hace 21 años requerido por el obispado para impartir clases de religión. Ahora preside la Asociación de Profesores de Religión de Extremadura (Aprex-Feper), que defiende los derechos laborales de estos docentes frente a la presión, "muchas veces arbitraria", que sobre ellos ejerce la Iglesia.

--Educación contrata y paga a los profesores de religión, pero el Episcopado decide sobre su continuidad. ¿No es una situación contradictoria?

--Efectivamente. Ese es el problema contra el que llevamos tantos años de batalla, porque nuestra queja, en realidad, siempre va contra la administración educativa, para que no se deje presionar por los obispados. Lo de este año, por ejemplo, es una clara bajada de pantalones de Educación, que ha consentido la firma de contratos de duración determinada a principios de curso, sin normalizar la situación de los profesores de religión que ya estaban trabajando.

--¿En qué consiste el proceso de contratación?

--El profesor se dirige primero a los obispados y, si cumple sus requisitos, es propuesto a Educación, que hasta ahora admite casi todo lo que dice la Iglesia. Ese es el problema: creemos que existe un abuso de poder de la Iglesia y una dejación de funciones de la administración.

Nuestra convicción --que está respaldada por lo que dicen las sentencias-- es que los requisitos que debe cumplir el profesor son previos a la contratación y la relación laboral no tiene nada que ver con la Iglesia, que en la práctica sigue influyendo.

--¿Cuáles son las condiciones laborales de los contratados?

--La contratación es anual --o sea, temporal-- y por horas, lo que significa que las condiciones pueden variar cada año. Así, un curso puedes trabajar 12 horas semanales y al otro 18 o, incluso, cambiar de centro, en función de un ajedrez que escapa del control de la administración y los interesados.

--Recientemente, una profesora de religión de Canarias ha denunciado que la despidieran por sexta vez. ¿Existen casos tan graves en Extremadura?

--Tan extremos no, porque aquí no se ha llegado al despido como tal, pero sí existen muchos casos donde hay traslados y reducciones de jornada, por motivos injustificados o relacionados con aspectos personales. Así, son bastantes los compañeros que han dejado de trabajar porque se les ha ido reduciendo la jornada progresivamente, lo que no aparece como un despido flagrante, pero también lo es.

--Pero no hay denuncias.

--No, porque los docentes extremeños se inhiben. De hecho, tengo archivadas varias denuncias que no han llegado a formular por miedo a represalias el año siguiente. La cuestión es que conmigo se desahogan por teléfono, pero luego me dicen cosas en plan "cómo voy a ir contra el obispado" o "qué va a decir de mí el delegado diocesano" y no se atreven a pasar a la acción.

--Ante este panorama, ¿qué medidas toma la asociación?

--Nuestro objetivo principal es contener la presión de los obispados sobre los profesores de religión, porque entendemos que su competencia es previa a la relación laboral. Para ello, llevamos a cabo actuaciones básicamente informativas y reivindicativas, aunque estas últimas tienen poco peso, porque tenemos muchas dificultades para acceder a los órganos de representación. Aun así, hemos logrado ciertas mejoras, como que se respeten nuestras bajas laborales.

Además, hemos planteado algunas denuncias e, incluso, en 1998 ganamos una sentencia que convirtió a un grupo de profesores (yo entre ellos) en indefinidos. Ahora gestionamos dos demandas, ante la inspección de trabajo y ante el juzgado, para revisar las condiciones laborales de los profesores de religión.

--Y todo ello en un momento de cierta incertidumbre sobre el futuro de esta asignatura.

--Sí, lo que pasa es que sobre la asignatura, en principio, no discutimos. Nuestro objetivo inicial es mejorar nuestras condiciones laborales, aunque es verdad que el ambiente está revuelto y que probablemente nos acabará afectando.