Hoy hace justo una semana que Jesús Medina dejó de ser presidente de Caja Extremadura, entidad que dirigía desde su fundación, hace ya casi dos décadas. Asegura que se encuentra "cómodo y a gusto" con su nueva situación, aunque reconoce "cierta nostalgia". Ahora afronta una nueva etapa como presidente de la Fundación Caja Extremadura.

--¿Qué sintió el pasado sábado, cuando llegó el momento del relevo?

--Las sensaciones se experimentan a lo largo del tiempo, y como vas viendo que poco a poco se acerca el momento de dejar el cargo, porque la ley así lo dispone, pues lo vas asumiendo. Algo que, por una parte, es un alivio, pero por otro es un motivo de pena. Cuando uno le dedica a algo tantas horas del día y tantos días del año y tantos años, al final tienes un patrimonio afectivo que dejarlo atrás te produce una cierta emotividad. Estos 21 años son un tercio de mi vida biológica, que se dice pronto. Es una sensación como cuando ocurre un evento de pronto, que no sabes como reaccionar. A posteriori notas un vacío grande, pero al mismo tiempo una alegría tremenda también, por la necesidad de buscar una etapa de tranquilidad, de sosiego. Cuando se es perfeccionista, y se quiere llegar a todos sitios y que todo salga bien, la verdad es que para la empresa o la institución para la que trabajas es una ventaja, pero a nivel personal supone un deterioro grande, físico y psicológico.

--¿Y echando la vista atrás, qué balance hace de estas dos décadas?

--En lo profesional siento una enorme satisfacción. Yo accedí a la presidencia de Caja de Plasencia sin buscarlo. Cuando llegué allí me encontré con una caja materialmente intervenida por el Banco de España y una situación de penuria tremenda. La obra social era, en aquel momento, de 25 millones de pesetas. La encomienda era la de fusionarse, inevitablemente, con la Caja de Cáceres o, de lo contrario, podía ser absorbida por otra caja de mayor tamaño que podía ser Caja Madrid. Y esa fue la tarea que comencé y, lo digo sin ninguna complacencia, me siento impulsor, director y coordinador de este proyecto, en el que me acompañaron personas de los dos consejos de administración y el conjunto de las plantillas. Y también, y hay que reconocerlo, las sociedades cacereña y placentina que siempre vieron este proyecto como algo positivo. No hubo ninguna fricción, ni siquiera con el tema de la sede. Ahora miro este intervalo de tiempo, entre 1988 y el 26 de septiembre del 2009, y veo que de dos cajas pequeñitas se ha hecho la primera entidad financiera de la región, que supone casi un tercio del sistema financiero extremeño, que hemos aumentado los empleados casi un 50%, que en estos momentos somos la caja más eficiente de España y la segunda en rentabilidad y cobertura de morosos. Además, también está el reconocimiento que tiene la Caja tanto en el ámbito extremeño como en el nacional y la ingente obra social que se ha hecho a lo largo de estos años, que se cifra en torno a los 40.000 millones de pesetas que han permitido crear infraestructuras educativas, asistenciales o culturales. Son tantas las cosas que se ha hecho en este periodo de tiempo... De sus 103 años de historia, estos diez o quince últimos han sido la etapa más brillante de la caja, su edad de oro .

--Pero va a seguir vinculado a la caja a través de su fundación, ¿cuáles serán sus cometidos?

--Yo de la caja me desvinculo. Lo único que he hecho es ofrecerme a los nuevos dirigentes para que sepan que cuando quieran y como quieran me tienen ahí para, si me piden mi opinión, dársela. Lo digo igualmente respecto de las autoridades institucionales. Y si no es así, estaré callado. Luego, en cuanto a esta nueva etapa, la puesta en marcha de la fundación contó con el beneplácito total del consejo de administración y de la asamblea. Yo creo que Extremadura necesita una entidad en la que se haga investigación económica y social al modo de lo que ocurre en Funcas (Fundación de las Cajas de Ahorros). Yo quiero de alguna forma trasladar a la región todo lo que Funcas hace a nivel nacional: estudios, seminarios, becas...

--Entonces queda fuera del organigrama de la caja.

--Evidentemente. La fundación cuenta con una personalidad jurídica distinta, con su propio patronato y con su presidente. La entidad fundadora es la Caja, que hace toda la aportación económica inicial, pero también se buscará el aporte de otras empresas e instituciones.

--¿Y no le deja cierto sabor agridulce el que el final de su etapa al frente de Caja Extremadura coincida con el previsible inicio de la fusión con Caja Badajoz?

--De alguna manera, pues sí. Si a mí me hubiesen pedido que iniciara el proceso, evidentemente hubiese dicho adelante, aunque solo sabiendo que la unión iba a ser para mejor. Lo que hay que buscar en una fusión de este tipo es mejorar las ratios de eficiencia, rentabilidad, solvencia.... Crecer no ya en cantidad, sino en calidad.

--¿Y cómo cree que debe desarrollarse el proceso para que se mejoren esas ratios?

--Eso lo tienen que decidir ya otros. Lo que hay que impedir es que las consecuencias que se deriven de la fusión sean malas o no tan buenas como se busca. Tenemos dos empresas, y el objetivo

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