"Estaba ya en las últimas. Era el último mes que cobraba el paro y ya pensábamos en que a lo mejor teníamos que dejar el piso". Después de un año echando currículos "en todas partes", José Antonio Cabrera ya tenia pocas esperanzas de encontrar un empleo.

Casado y con dos hijas, se había quedado en el paro solo tres meses después de que le entregaran su vivienda y tuviera que comenzar a afrontar los pagos de la hipoteca. En octubre llegó la llamada del Tanatorio La Soledad, de Badajoz. "Lo mío fue un milagro. Yo creo que fue la Virgen de la Soledad que dijo, ´Te vas a venir a trabajar conmigo´", dice José Antonio, que cuenta que no se lo pensó dos veces a la hora de aceptar el empleo. "Me llamaron por la mañana y me dijeron, si te interesa, empiezas esta misma noche". Su experiencia como auxiliar de seguridad --en el tanatorio desempeña la labor de conserje-controlador-- fue determinante para que se le contratase.

José Antonio sufre una cifoescoliosis, una curvatura anormal de la columna vertebral que le limita considerablemente a la hora de desarrollar trabajos físicos, por lo que después de quince años tuvo que dejar su profesión como camarero aunque, al no encontrar empleo, ya estaba pensando en volver a ella. "Ahora estoy encantado de la vida. Este es un trabajo físicamente muy cómodo".