El doctor Domínguez acaba de regresar de Haití. Durante dos semanas ha contado a los lectores de este periódico a través del diario que iba escribiendo en Puerto Príncipe cómo era su vida allí, sus sensaciones y el devenir de un pueblo devastado hace un mes por un terremoto. El traumatólogo extremeño ha estado en el país centroamericano como integrante de Bomberos Voluntarios Sin Fronteras, equipo que formaban él, dos médicos de medicina general, cuatro ATS, y dos bomberos de rescate, además de los cinco que habían partido antes y que del centenar de personas vivas rescatadas de los escombros, ellos lograron salvar la vida a 22. Pasadas ya unas horas desde su llegada, reflexiona sobre lo que ha visto, vivido y de cómo ve el futuro de los haitianos.

--Tras la experiencia en Haití, ¿volvería a irse a ese país o ha sido una experiencia demasiado fuerte?

-- Las dos cosas son verdad, pero necesito un tiempo para recuperarme de la cabeza y del cuerpo.

-- ¿Para qué le ha servido estar dos semanas en la isla?

-- Ha sido un periodo más largo de lo habitual, pero me he sentido útil de verdad.

-- ¿Qué supone dejar abandonada una familia para embarcarse en ese proyecto?

-- Es de las cosas peores. Pero cuando llegas allí y ves lo que hay, realmente no te da tiempo a pensarlo. Pero de la familia es de lo que más te acuerdas y lo que más tienes presente, sobre todo cuando hay complicaciones, como cuando había tiroteos, temblores de tierra o estabas rodeado de gente con todo tipo de enfermedades.

-- ¿Qué recuerdos de los que ha vivido no es capaz de quitarse de la cabeza?

-- El olor y la impresión al llegar el primer día y ver el horror que rodeaba aquello. El director del hospital nos dijo que tenía allí más de 500 cadáveres sin poder transportar, ni almacenar, ni guardar en bolsas, ni enterrarlos... Eso fue una cosa insólita y espero que nunca vuelva a haber nada parecido ni que yo lo vea.

-- ¿Y los temblores de tierra?

-- Parece que se te acaba la tierra. Son cortos, pero de una intensidad enorme; se te viene un ruido por el interior del cuerpo que es difícil de describir. Es todo tan rápido que te quedas inmóvil.

-- Y entre tanto desastre, ¿le han sucedido algunas cosas buenas?

-- Buenas me han ocurrido muchísimas. Mi viaje ha sido gratificante. He trabajado con gente de todos los países y sin limitación de fronteras, con un ánimo común de intentar ayudar y mejorar la situación de aquella gente. Y, sobre todo, cuando un niño se ríe después de hacerle llorar y te da un beso, con eso ya estoy pagado. Y he recibido muchos besos.

-- En su diario se quejaba de la mala organización que había en Haití. ¿Seguía igual cuando se vino?

-- Está ahora mejor. Se notó la impronta de la Fundación Clinton, que organizó el reparto de comida, la potabilización del agua y todo eso contribuyó al orden. Ahora la gente ya está comiendo y lavándose un poco más.

-- ¿Cree, como dicen muchos, que si no fuera por la intervención de los norteamericanos, Haití seguiría siendo un desastre a todos los niveles?

-- Haití antes era un desastre y seguirá siendo un desastre por la propia idiosincrasia de ese pueblo. A Puerto Príncipe le llaman la ciudad cero. Pero creo que los norteamericanos marcaron un antes y un después. Los medios y la tecnología que tienen hicieron posible un gran avance: poner un barco con 1.200 camas y medios para curar enfermos, además de la posibilidad que tienen de meter agua, luz y la infraestructura que conlleva, la notamos todos.

-- ¿Qué diferencia ha notado entre el terremoto de Perú y el de Haití?

-- La primera, la magnitud. En Haití estamos hablando de más de 200.000 muertos. La segunda, la situación de un pueblo como el peruano, que tenía gobierno, y una identidad cultural y religiosa. Sin embargo, Haití no tiene infraestructuras, con una pobreza y una miseria absoluta; con un gobierno sin autoridad y un caos de vida cotidiana. Con Perú, además, tenemos una identidad cultural y lingüística.

-- ¿Son agradecidos los haitianos con quienes van a cooperar o en el fondo piensan que las naciones lo hacen para sacar algún provecho?

--Son agradecidos algunos, pero el sentimiento general de la gente es distinto. Los había que decían que los americanos habían puesto una bomba nuclear para provocar el terremoto y que querían aprovechar el seísmo para colonizarlos; o hasta el punto de no querer ir al barco-hospital porque pensaban que los iban a tirar al mar. Son un pueblo o muy inocente, que se lo cree todo, o bien tienen una imaginación tremenda. Además, su religión fundamental es el budú y la santería les hace muy diferentes a nuestra mentalidad. Pero en el fondo sí son agradecidos.

-- ¿Tiene futuro Haití?

-- Creo que tiene poco. No sé lo que cambiará la cosa en el futuro. Lo cierto es que el mundo se ha volcado en ayudarlos, lo que no impide que Haití piense que es un problema del mundo y no de ellos. Tú te ponías a bajar material de los camiones y ellos no te ayudaban, cuando hasta las enfermeras lo hacían.

-- De cara a futuras catástrofes que pudieran suceder, ¿no sería bueno tener un contingente internacional bien preparado para ayudar donde se necesite?

-- Se nota en casi todas las catástrofes que las organizaciones hasta que arrancan son bastante lentas. Al principio eran numerosas las reuniones para ver qué se hacía. Nosotros, por suerte, nos pusimos a trabajar en el hospital enseguida, porque mandábamos a un compañero a esas reuniones y mientras los demás atendíamos a los enfermos. Visto todo eso, sería conveniente tener ese contingente, pero es difícil. De todas maneras, muchas veces las cosas no se planifican, salen solas por el simple hecho de la buena voluntad de la gente. Y son las pequeñas organizaciones las que suplen la burocracia que tiene que haber, porque en el hospital había agua y comida, pero hasta que se decidió cómo se haría el reparto, pasó demasiado tiempo.

-- Usted ha ido a Haití con Bomberos Voluntarios. ¿Es que no hay organizaciones de esa índole en Extremadura?

-- La hay. Lo que pasa es que a mí me llamó ese grupo porque ya había trabajado conmigo y sabía que aceptaría. Yo hace tiempo que propuse tener una organización de este tipo aquí y que sería fácil y barata. Ya tengo a 42 personas apuntadas que irían a cualquier catástrofe.

-- ¿Son solidarios los extremeños, o esa solidaridad se circunscribe solo a aportar dinero y no trabajo personal en el lugar donde ocurren las desgracias, como usted ha hecho?

-- Los extremeños y los españoles son solidarios como ninguno.

-- ¿Espera que alguien le agradezca lo que ha hecho?

-- No, ni lo necesito. Quien tenía que agradecérmelo, ya me lo ha agradecido. Fundamentalmente los haitianos.

-- ¿Será esta su última cooperación ´in situ´?

-- Ahora necesito un periodo de reflexión, pero sí me gustaría ir con gente que tuviéramos una afinidad laboral y profesional, de manera que no tuviéramos que integrarnos sobre la marcha.