Hace hoy justo una semana se conmemoró el 82 aniversario de la proclamación de la Segunda República, un periodo del que el historiador extremeño Juan Sánchez destaca ante todo su carácter reformista. Una voluntad de cambio que no pudo materializarse, explica, a causa del enorme poder que las oligarquías económicas habían acumulado en las etapas precedentes.

--¿Cómo se vivió en Extremadura la llegada de la Segunda República?

--Se vivió con muchas expectativas, en la medida en que en Extremadura había numerosos problemas que no se habían resuelto en las etapas previas, relacionados fundamentalmente con la propiedad de la tierra. Aquí la asociación entre Segunda República y reforma agraria fue muy importante y generó mucha esperanza entre la población extremeña que vivía en el campo. Su llegada fue recibida con mucho entusiasmo en la mayor parte del territorio extremeño.

--Expectativas en cuanto a la reforma agraria que luego no se vieron cumplidas...

--No se vieron cumplidas porque la reforma agraria se desarrollo muy lentamente, algo a lo que se unió luego una rectificación de esa política. Porque en la Segunda República hay tres periodos bien diferenciados. El primero se extiende hasta las primeras elecciones de diciembre de 1933 y en él se ponen en marcha medidas con un carácter muy progresista, entre ellas la reforma agraria de 1932. Sin embargo, al ganar la CEDA y los republicanos de Lerroux las elecciones, todas las políticas sociales empiezan a ralentizarse o, incluso, a suprimirse. Esa lentitud hizo que en el siguiente periodo, a partir de las elecciones de febrero de 1936, la impaciencia y las necesidades de amplios sectores de la población extremeña llevasen, no ya a esperar que se produjese el reparto de las tierras, sino a la ocupación de fincas. Eso fue ya en la antesala de la guerra civil.

--¿Fue masiva esa ocupación?

--Sí. El escritor Víctor Chamorro considera que ese momento de la ocupación de fincas, en mayor de 1936, debería ser el hito fundacional de la autonomía extremeña. Y no le falta razón por el grado tan importante que hubo de movilización social al ver que no se resolvían los problemas de la gente del campo, que estaba pasando auténtica miseria. Puso de manifiesto la concienciación social tan grande a la que se había llegado como consecuencia de la enorme crisis que se venía produciendo en Extremadura durante toda la época contemporánea.

--¿La conflictividad social fue entonces en la región tan elevada como en otras zonas del país?

--El nivel de conflictividad en el campo extremeño durante la Segunda República fue muy elevado como consecuencia de la desigualdad tan grande que existía, con un porcentaje de población muy alto que estaba viviendo al límite de la subsistencia.

--¿Y qué hubiese supuesto para Extremadura que la reforma agraria se hubiese desarrollado como estaba planteada?

--La idea no era hacer una reforma socializante, sino mejorar la forma en la que estaba distribuida la propiedad para hacerla más rentable y para procurar que la situación de miseria que se vivía en el campo se aliviara. Otra cosa es que llegase tarde. La desamortización se produjo a mediados del XIX pero el complemento de esa liberalización debería haber sido una mejor distribución de la propiedad, algo que, por ejemplo, se consiguió en Francia, donde se logró que la sociedad fuese más estable. En Extremadura, el latifundismo tan persistente que existía hizo que el nivel de conflictividad fuese en aumento y la solución fue la ocupación de tierras o la Guardia Civil actuando. Y luego, el final que ya todos conocemos en el 36.

--¿Pero hubiese sido determinante para el desarrollo económico de la región?

--Claro que sí, porque lo que buscaba básicamente era mejorar el nivel de vida del porcentaje más elevado de la población extremeña. Eso hubiese atenuado la conflictividad social y mejorado extraordinariamente el nivel de sociabilidad existente en Extremadura. Por otra parte, el complemento de la reforma agraria era la reforma hidráulica. Aprovechar el potencial hidráulico hubiese generado un aumento considerable de la riqueza en zonas como Extremadura. La unión de ambas reformas hubiese sido muy importante para la región, lo que pasa es que la primera apenas se desarrolló y la segunda, la técnica, sí se hizo pero ya en la época de Franco. La región hubiese necesitado las dos.

--¿Qué poso quedó de las medidas que se tomaron durante esta etapa?

--Mínimo. Lo que sucede a partir de 1940 no tiene nada que ver con lo proyectado en la década precedente. Hay unos veinte años hasta la década de los sesenta donde casi todo lo que sucede en Extremadura fue absolutamente distinto a lo que se vivió en la República. Influyeron las circunstancias históricas, con un país aislado internacionalmente, y una política económica autárquica. Luego vino el drama de la emigración masiva con sus efectos lenitivos y aletargadores.

--¿Cree que se ha acabado idealizando en exceso este periodo?

--Yo creo que en estos últimos años la Segunda República está siendo valorada historiográfica y socialmente de una forma menos mitificada. El problema aquí para tener una percepción equilibrada es que después de la Segunda República vino la guerra civil, utilizada todavía desde distintos sectores para dividir y confrontar a los españoles. Y esta subjetividad acaba afectando también a la Segunda República. Esto se incrementa con el problema de la represión y las fosas, que ha llegado hasta nuestros días. Sin la guerra civil tendríamos una percepción de la Segunda República menos distorsionada. Se verían con más ecuanimidad los aspectos positivos y también los negativos de un periodo que fue esencialmente reformista, en el que el colectivismo, el comunismo y el fascismo aparecieron al final como reacción y consecuencia de una actitud negativa, la de los principales sectores oligárquicos refractarios a cualquier cambio que alterase su tradicional hegemonía.

--Y, dada la coyuntura, ¿no fue quizás demasiado ambiciosa en sus planteamientos de reformas?

--No. El objetivo de la reforma agraria, por ejemplo, no era la nacionalización de la tierra, sino que tenía un componente eminentemente burgués. Otra cosa es la interpretación interesada que luego se hace durante la época de Franco de que lo que sucedió iba contra la propiedad privada o el modelo de sociedad. Eso no quita que durante la Segunda República también se cometieron muchos excesos en el ámbito de la izquierda política, pero eso fue ya fundamentalmente durante el periodo de la guerra. El problema no es tanto que las reformas pudieran ser excesivas, sino que ya resultaban extemporáneas, llegaban demasiado tarde. El poder que tenían las oligarquías económicas, y la actitud y comportamiento irresponsables de algunos sectores de la clase política, fue lo que frustró el reformismo republicano, y provocó, en medio de una cruenta guerra civil, la eclosión de radicalismos revolucionarios y reaccionarios, y con ello, la frustración de las expectativas y anhelos inicialmente suscitados.