La cuarentena es una odisea para los más pequeños. La crisis sanitaria ha obligado a los niños y adolescentes a romper con sus dinámicas habituales. Y si para ellos los cambios en sus hábitos y la rutina de vivir en las cuatro paredes de sus hogares confinados con sus familias día y noche ya ha supuesto un reto, mayor desafío ha sido para los que viven en centros de menores en Extremadura. En la actualidad, en la región conviven 276 jóvenes en los siete edificios y pisos bajo el amparo de la administración.

Desde que se inició el confinamiento se suspendió el régimen de visitas de familiares para evitar contagios, un hecho que ha provocado que la situación de aislamiento que en algunos casos sufren estos jóvenes se haya recrudecido. Por este motivo, en estos dos meses los profesionales y educadores sociales de los centros han reforzado una tarea, ya habitual, para que su rutina no diste a la de una familia.

Así lo pone de manifiesto a este diario Carmen Núñez, trabajadora social y responsable de la Dirección General de Políticas Sociales, Infancia y Familia, que destaca en todo momento que la respuesta ante una situación como la de la crisis sanitaria por parte de los más pequeños que viven bajo la tutela del gobierno regional por diversas circunstancias, para sorpresa, ha sido admirable. «La capacidad de adaptación de los menores ha sido un ejemplo, lo han asumido muy bien, hay añoranzas, por supuesto, como el contacto con las familias, pero entienden la situación y respetan las normas». Asegura que la actuación prioritaria ha sido explicarles la situación «de forma adaptada» para que la asuman con normalidad y en segundo término, destaca que otra de las prioridades en las que se ha trabajado desde que se declaró el estado de alarma es el acogimiento en los casos en los que existe un núcleo familiar directo para que los pequeños lo vivieran en un entorno más propicio. Cabe destacar que el acogimiento familiar en este caso es una medida de urgencia, no es una adopción definitiva, y para ello, los familiares han tenido que cumplir unos requisitos previos. «Hemos hecho un estudio de los casos para aquellas familias que estaban en condiciones de asumir la permanencia de los menores». En este sentido, asegura que la situación es más compleja en el caso de los más pequeños, como en el Jardín del Sauce en Cáceres, «porque tienen menos tiempo de recorrido y muchos no tienen referentes familiares».

En este caso, sobre los pequeños que han tenido que sobrellevar el aislamiento en los centros, sostiene que se ha hecho como «en cualquier familia» y «con todos los protocolos de la autoridad sanitaria, con medidas de higiene y rutinas de actividades ocio». «Hemos intentado facilitar el contacto con familiares con videollamadas y se ha trabajado con ellos, se han hecho murales para explicarles cuál es el riesgo porque es una situación que no hemos vivido nunca en los centros», anota.

La nueva normalidad

Sobre las salidas a la calle, restringidas hasta hace unas semanas, Núñez argumenta que en el caso de los centros «hay una gran ventaja y es que todos cuentan con espacios al aire libre». En cuanto a la fase 1 de la desescalada, que ya permite los paseos, asegura que se hacen respetando los tramos horarios y por edades y «con supervisión». «Como en cualquier familia, pero si en una unidad familiar salen tres, aquí salen hasta cinco para poder estar siempre acompañados». En el caso de los reingresos cuando acabe el estado de alarma o los nuevos ingresos, avanza que se seguirá una pauta con pruebas de PCR y cuarentena preventiva en observación. En cuanto a las próximas fases, la intención es empezar a programar ya visitas de familiares en espacios abiertos en los que se puedan guardar las distancias de seguridad. «El propósito es ir devolverles la máxima normalidad posible», concluye.