Su padre practicaba la pesca, pero Manuel Gallardo (Cáceres, 1961) dio muestras desde muy pequeño de que su afición estaba algo más alejada del agua. «Me iba con cualquiera que quisiera llevarme de caza», recuerda de sus primeras salidas al campo el que hasta hace unos días ejercía de vicepresidente de la Federación Extremeña de Caza. Acaba de ponerse al frente de la Real Federación Española de Caza (RFEC) y dice que asume el cargo con «ilusión» y «responsabilidad» tras lograr el 91% del respaldo de la asamblea general y también que durante su mandato afrontará el reto de que la sociedad «conozca y reconozca el valor medioambiental de la caza».

--¿Cómo afronta su presidencia?

--Con una cierta garantía porque nuestro proyecto ha logrado el 91% de apoyo en la asamblea. Pero también con ilusión y con compromiso, porque cuando logras este respaldo tan grande hay confianza y por tanto la exigencia es mucha.

--¿Por qué decidió presentar su candidatura?

--Al final la caza es una forma de entender la vida y la relación con la naturaleza. Y cuando te relacionas con el estamento federativo, tienes la inquietud de poder aportar algo, primero en tu territorio (ha sido vicepresidente de la Federación Extremeña de Caza de 2015 a 2021) y poco a poco en un ámbito más amplio. Ha sido algo gradual. En Extremadura empezamos a trabajar en debates sobre temas como el futuro de la caza, la caza sostenible y la caza del siglo XXI. Han ido surgiendo ideas que han dado lugar a un proyecto y ese proyecto se ha convertido en una candidatura que nos ha llevado hasta aquí.

--Habla de la caza sostenible ¿es ese uno de los retos de al frente de la federación?

--Tenemos varios por delante y ese es uno de ellos, sí. Hay que abordar el declive poblacional. Pero tenemos también un gran reto con toda la sociedad. Tenemos que trabajar para que la sociedad conozca y reconozca la importancia que tiene la caza; la importancia social, cultural, económica y medioambiental que tiene la caza en su conjunto. Tenemos que trabajar para que la sociedad siga aceptando y considerando la caza como una herramienta que contribuye a evitar la despoblación. Que se vea que es una oportunidad más para el mundo rural.

--¿Por qué cree que se ha alejado la sociedad y que se cuestiona ahora esta actividad?

--Es verdad que hace unos años nadie se la cuestionaba y que ahora puede estar en entredicho en algunas zonas y creo que es por la desconexión que hay entre el mundo urbano y el rural. La mayor parte de la población vive y va a vivir en núcleos urbanos cada vez más grandes y alejados del mundo rural y eso ha desconectado el conocimiento que se tiene de ese medio. Ahora se trata de dar respuestas del mundo rural desde las ciudades y eso no es una buena idea. Esa desconexión es la que cuestiona actividades como la caza y provoca una ‘disneylización’ de la naturaleza, un fenómeno de empatía con los animales que está lejos de ser parte del proceso evolutivo del ser humano. Esa capacidad de ponerse en el lugar del animal y de lo que pensará, acaba generando una situación esquizofrénica.

--El choque frontal con los grupos ecologistas es habitual ¿Ve posible un diálogo con ellos?

--Estoy convencido de que sí. Hace poco he defendido la candidatura de la RFEC para integrarse como miembro de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICM), que es la mayor organización conservación que hay en el mundo. Defendemos nuestro trabajo en la conservación. Que nadie olvide que quien invierte en conservación es el colectivo de cazadores y cazadoras. Son ellos quienes participan activamente gestionando sus fincas y sus cotos, sobre el terreno, en el campo, no desde el sofá. Nosotros trabajamos en el equilibrio de la biodiversidad. Y no hacerlo deriva en lo que ocurre en Monfragüe, que más del 60% de la superficie del parque nacional está en peligro porque se lo comen los ungulados; o lo que pasa en Cáceres, que pronto los jabalíes irán por el paseo de Cánovas y causarán algún problema serio.

--Defendió en el Congreso que se modificara la Ley de Parques Nacionales que acaba de prohibir la caza en espacios como Monfragüe. ¿Por qué defienden que se siga cazando?

--Porque no es razonable que no se cace, puesto que matar se va a matar a los animales y se está matando a los animales porque hay que controlar esas poblaciones. La cuestión es cómo se hace. Se puede hacer con métodos de encierro a los animales y proporcionando armas a la guardería. O se puede hacer a través de la actividad cinegética, que además proporciona recursos a la zona. No tiene sentido eliminar la caza de los Parques Nacionales. No cazar no significa gestionar mejor. Hace 30 años que no se cazan las aves esteparias o las avutardas y están en un declive absoluto porque la caza no es la culpable. Hay otros factores como las cabañas ganaderas, las enfermedades, los usos agrícolas o la explosión de los depredadores.

--¿Le preocupa el furtivismo?

--No creo que sea uno de los problemas del sector. Es un problema de seguridad ciudadana y del cumplimiento de la ley como cualquier otro acto delictivo. Pero no hay un número elevado de furtivos y por otro lado no hay que olvidar que los furtivos no son cazadores, son delincuentes a los que hay que perseguir.

--¿Hay relevo generacional para la actividad cinegética?

--Creo que todos estamos ya en el modelo de caza sostenible. Ya no se trata de cazar cuanto más mejor, sino de cuanto mejor, mejor; porque queremos tener caza ahora y dentro de 10 años. El planteamiento es cazar de tal forma que las poblaciones, como mínimo, se mantengan. Eso es hacer gestión.

Las imágenes de las cacerías se viralizan rápidamente en las redes sociales.

Tenemos un problema con las redes sociales. Porque son imágenes sin ningún contexto que llegan fácilmente y rápidamente a millones de personas y que pueden tener un impacto muy negativo. Tenemos que cuidar mucho la comunicación y se va a hacer mucho hincapié en ello desde la RFEC. Queremos trabajar en acercar la caza a la sociedad y no todo lo contrario.

--Pero la sociedad, o una parte, critica esas imágenes de los cazadores con las piezas abatidas.

--Es verdad. Hay que reconocer que algunas imágenes de cazadores con las piezas que han abatido, como si estuvieran en un safari del siglo XIX, son muy desafortunadas.

--¿Usted por qué empezó a cazar?

--No es una respuesta sencilla porque no hay un por qué. Es una forma innata de entender la relación que tienes con la naturaleza. No te levantas una mañana como cazador, simplemente te llama aunque tú familia no lo sea como es mi caso. Mi padre era aficionado a la pesca y yo desde pequeño me iba a cazar con cualquiera que me quisiera llevar. Y junto a trabajar es lo que he hecho toda la vida, aprendiendo, empapándome de las distintas modalidades. Soy un cazador al uso. H